Al encuentro con el Papa


Eduardo-Blandon-Nueva

La visita del Papa a cualquier lugar del mundo nunca es inocua. El líder de la Iglesia tiene tanto “pegue” que es difícil que pase desapercibido por los habitantes de un país. Se dirá de todo: que la llegada tiene un carácter sagrado (Dios mismo visitando la aldea), que nunca debió dejársele entrar (por falso profeta y encarnación de Belcebú) y de repente otros que sean indiferentes y digan que la visita de un anciano así, les importa pepino.

Eduardo Blandón


En México, por ejemplo, se discutió recientemente, en términos bizantinos, si los políticos o las autoridades debieron haber besado el anillo del Pastor o no. Se armó una discusión típica de cantina. Vicente Fox diciendo amargamente que las autoridades de turno, son unos salvajes, maleducados, poco diplomáticos y casi masones.  Los políticos, defendiéndose: este es un Estado laico y no tenemos porqué inclinar nuestra cabeza a otro estadista (el Papa es jefe de gobierno) como si fuéramos serviles. En fin, que lo discutiremos con mis amigos de juerga en la próxima salida cervecera.
 e éste sí fue serio, lo constituyó la huida papal a enfrentarse con los ofendidos de las tropelías del Marcial Maciel y compañía.  Según la información, Su Santidad, aunque ha sido “generoso” en otras latitudes al reunirse con los niños que fueron abusados por los curas pedófilos, en México le flaquearon las piernas. De repente para el Pontífice alemán, nosotros no estamos al nivel de otras familias europeas (algo así como que no tenemos pedigrí irlandés) para dialogar con los ofendidos o simplemente dejarlos manifestar sus protestas y demandas. ¿Quién se lo habrá aconsejado?
 
      En Cuba también hay revuelo. Los anticastristas que quieren hacer de la llegada del Papa un acontecimiento político de grandes dimensiones: debe denunciar al régimen y pedir la libertad de los presos políticos. El régimen de Castro, nada inocente, por supuesto, queriendo también capitalizar la visita del anciano para jalar agua a su molino. En fin, que el Papa tiene el desafío de dejar contentos a todos: a la gusanera conservadora y siempre conspirativa y al gobierno dictatorial y eternamente represivo de Fidel Castro. Menudo brete.
 
      En medio están los cristianos, los de verdad. Los que se han preparado desde meses, espiritualmente, esperando una palabra de fe que les ayude a fortalecer su amor a Dios. Los fieles que con sinceridad de corazón, realizan peregrinaciones largas y puestas de rodillas, con el sol ardiente sobre su piel, imploran la misericordia del Todopoderoso y las bendiciones por un futuro mejor.
 
      El Papa, como se ha dicho reiteradamente, es signo de contradicción. Es un Atila posmoderno que no deja crecer la vegetación por donde pasa. Se le ama, se le odia, se le tiene respeto, pero muy escasamente se le ignora. Ni usted ni yo podemos sustraernos a la provocación de una figura universal como esa del Papa Benedicto XVI. Ya tendrá usted su propia opinión al respecto.