Con la frase “despacio y con buena letra”, vienen a mi mente las sabias palabras de mis padres y mentores por haberme inculcado el hacer las cosas bien desde un principio. Es que si cada quien planificara lo que piensa hacer a la hora de llevarlo a cabo, habrá ganado un gran trecho para obtener el triunfo. Por difícil que sea la tarea todo le va a salir bien, aunque en nuestro país, lamentablemente cada día más se aprecia lo contrario.
fracaceres@lahora.com.gt
Habrán notado los lectores que no pasa un día para que una ley publicada en el Diario Oficial provoque tremendo barullo. No es cierto que este lo promueve la oposición o sectores desafectos al gobierno de turno, sino se debe a que quien la elaboró no contaba con la suficiente experiencia o porque en el afán de hacerlo con rapidez, se olvida de sinnúmero de aspectos que debió haber tomado en cuenta o porque aun sabiendo que cualquier disposición legal deba llenar todas y cada una de las características indispensables a la hora de aplicarla, surta los efectos para lo cual fue decretada y no que, lo primero que surge es la inconformidad y los reclamos correspondientes.
Las leyes no pueden ser obra de la casualidad, deben ser elaboradas por expertos, no pueden estar en manos de advenedizos, mucho menos de quienes desconocen hasta la o por lo redondo y sean quienes tomen papel y lápiz para dejarla plasmada en un texto legal. Por ejemplo, ¿por qué teniendo todo el tiempo posible recientemente a nadie se le ocurrió que las trámites aduanales podrían causar tremendo embrollo, lo que obligó al Gobierno a tener que dar marcha atrás a las disposiciones antes dictadas que incluso paralizaron el vital servicio aduanero, causando enormes pérdidas de tiempo, dinero y esfuerzos.
Con eso de legislar nuevos impuestos, normas o procedimientos, a estas alturas los profesionales de las ciencias contables y fiscales todavía no saben qué hacer o qué recomendar a sus clientes, especialmente en materia de deducciones o cuál es la forma correcta para el manejo de las facturas y otros documentos más, indispensables en el sinnúmero de transacciones comerciales y de cientos de actividades.
Para muchos podrá parecer misión imposible sujetarse a un método o sistema previo a realizar una actividad, pero eso no es verdad, tan solo es cuestión de disciplina, como de orden para cualquier actividad que se quiera desarrollar. Baste el ejemplo del fracaso que la Cancillería guatemalteca sufrió con la tan precipitada decisión gubernamental de despenalizar al narcotráfico. Desde un principio se hicieron notar las deficiencias por no haber especificado qué exactamente se pretendía hacer, mucho menos haber trazado una hoja de ruta útil para propios y extraños para despejar cualquier duda que en los pueblos y los gobiernos del área pudiera despertar. Ahora, obviamente los resultados están a la vista.