El Papa habla de la migración, el narcotráfico y la corrupción


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El papa Benedicto XVI llamó ayer a los mexicanos en el momento culminante de su visita a reforzar su fe en la Iglesia, principalmente a las familias afectadas por la migración, la pobreza o la violencia ligada al narcotráfico.

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Por E. EDUARDO CASTILLO y ADRIANA GOMEZ LICON SILAO / Agencia AP

Al finalizar la misa gigantesca bajo un monumento a Cristo, el Sumo Pontífice pidió en una oración a Nuestra Señora de Guadalupe, la versión morena de la Virgen María patrona de los mexicanos, bendecir a la región.

«En estos momentos en que tantas familias se encuentran divididas o forzadas a la migración, cuando muchas padecen a causa de la pobreza, la corrupción, la violencia doméstica, el narcotráfico la crisis de valores o la criminalidad, acudimos a María en busca de consuelo, fortaleza y esperanza», dijo el Papa.

«Deseo poner nuevamente bajo la dulce mirada de Nuestra Señora de Guadalupe a este país y a toda Latinoamérica y el Caribe», dijo Benedicto al terminar la misa y antes de rezar un Ave María. «Le suplico ahora que su presencia en esta querida nación continúe llamando al respeto, defensa y promoción de la vida humana».

El vocero del Vaticano, padre Federico Lombardi, dijo que la misa multitudinaria de ayer «fue verdaderamente impresionante» y la calificó como la mejor que ha tenido Benedicto en su papado.

«Estaba la necesidad de un encuentro personal entre el papa Benedicto y el pueblo de México», dijo Lombardi, antes de resaltar que era difícil lograr una conexión a los mexicanos, quienes siguen adorando a Juan Pablo II. «Ha podido decir su mensaje y ser visible por los mexicanos y los mexicanos pueden decir que lo conocen».

El líder de la Santa Sede acudió al lugar de la misa en un helicóptero del Ejército volando desde la casa de una congregación de religiosas donde descansa durante su estancia en México. Recorrió en el papamóvil diferentes partes del parque donde ofició la celebración religiosa, portando un sombrero charro y saludando con la mano a los fieles que formaban filas apiñadas por toda la plaza pública.

Jovita Gallegos Villa, de 56 años, llegó la noche anterior para reservar su lugar para la misa. Miembros de la familia de Gallegos han tenido que separarse para emigrar hacia Estados Unidos. Viven en un suburbio de Los Ángeles su hermano y su hermana, quien tuvo que dejar tres hijos en su estado natal de Michoacán para irse a trabajar.

«Viven mucha marginación allá», dijo Gallegos. «Los ven como apestados».

En la homilía, el Papa exhortó a los mexicanos y latinoamericanos a no ceder a otros movimientos religiosos y en cambio purificar su corazón a pesar del sufrimiento que predomina en la región.

Horas después de la misa, el Pontífice se reunió con obispos del continente en la catedral de la ciudad de León y les hizo un llamado a proteger a los seminaristas y vigilar a sus sacerdotes para evitar «actitudes improcedentes». Aunque no especificó a qué se refería, escándalos de abusos sexuales de sacerdotes han afectado a la Iglesia Católica.

Minutos después del acto religioso, el Papa presionó un botón para encender a kilómetros de distancia el monumento a Cristo Rey en el Cerro del Cubilete. Al ser encendido, se dispararon fuegos artificiales de colores al cielo que ya lucía oscuro.

Más temprano, el Papa ofició la misa con la participación de unas 350 mil personas reunidas bajo los fuertes rayos del sol en un parque público en la ciudad central de Silao.

Benedicto XVI expresó que su misión en el continente americano «tiene precisamente el cometido de hacer llegar esta convicción a todos los cristianos y comunidades eclesiales, para que resistan la tentación de una fe superficial y rutinaria».

La exclamación de fe ayuda «a mirar muy dentro del corazón humano, especialmente en los momentos de dolor y de esperanza a la vez, como los que atraviesa en la actualidad el pueblo mexicano y también otros de Latinoamérica».

Abrió la misa presentando un regalo de un mosaico de Jesucristo para ser colocado en el monumento de Cristo.

El arzobispo de León, José Guadalupe Martín Rábago, dio un mensaje antes de la misa papal en el que suplicó a los creyentes fortalecer su creencia en la Iglesia Católica.

«Hemos vivido en estos últimos años acontecimientos de violencia y muerte que han generado una penosa sensación de temor, impotencia y duelo», expresó Martín Rábago. «Somos conscientes de que padecemos también una grave crisis de moralidad, porque se ha debilitado y relativizado la experiencia religiosa en algunos sectores de nuestro pueblo».

Decenas de miles de personas quienes recibieron con banderas y globos entre cánticos y coros de «Cristo Vive» a Benedicto XVI, guardaron absoluto silencio durante la misa para escuchar sus palabras. El cielo lucía despejado y a la izquierda del altar donde Benedicto habló a sus fieles estuvo como fondo el cerro que alberga la estatua de Cristo Rey, una copia del Cristo redentor de Río de Janeiro.

Pese al sol inclemente, la gente no se retiraba del parque. Algunos portaban sombreros o gorras, mientras otros se cubrían el rostro con playeras o formaban abanicos con hojas o folletos para soportar el calor. Voluntarios distribuyeron botellas de agua para hidratar a los asistentes. Algunas personas se desmayaron durante o después de la misa.

Cristian Roberto Cerda Reynoso, un seminarista de 17 años de la ciudad de León, dijo que estaba feliz de finalmente escuchar a Benedicto oficiar la misa.

Espera que el papa «me llene para llegar a ser sacerdote», expresó Cerda, quien llegó más de 12 horas antes de la hora programada para el evento y no durmió en toda la noche.

Los fieles creyentes llegaron ayer caminando kilómetros de distancia -algunas mujeres mayores con bastones- ya que las carreteras están cerradas, cargando sillas plegables, galones de agua, comida y cobijas. Cientos de sacerdotes jóvenes gritaban «Cristo Vive».

Benedicto deseaba acudir al estado de Guanajuato específicamente para ver y bendecir la estatua, que quiso ver su antecesor Juan Pablo II pero nunca pudo, dijo Benedicto en la homilía.

La estatua de bronce, de 22 metros (72 pies) de altura, representa al Altísimo con los brazos abiertos y recuerda a los mexicanos la cruenta revuelta de 1926-1929 de los cristeros contra el gobierno por sus leyes anticatólicas que llegaron a prohibir incluso las misas en público como la que oficiará Benedicto ante unas 350 mil personas, según los pronósticos de los organizadores del evento.

El estado de Guanajuato fue escenario de algunos de los enfrentamientos más cruentos en la Guerra de los Cristeros y la región sigue siendo un bastión del conservadurismo católico en México.

Desde su llegada, el Papa de 84 años se ha enfocado en denunciar la violencia que sufre el país a raíz de la guerra contra el narcotráfico que ha dejado más de 47 mil.500 muertos en el país. También se ha dirigido a la niñez y pedido que se proteja del hambre y el sufrimiento.

El Papa aseguró la víspera que los niños de México ocupan un lugar importante en su corazón, «particularmente los que soportan el peso del sufrimiento, el abandono, la violencia o el hambre, que en estos meses, a causa de la sequía, se ha dejado sentir fuertemente en algunas regiones» del país.

De los 43,5 millones de mexicanos menores a 20 años, 36,2 millones (83,2 son católicos, ligeramente por debajo del promedio nacional. El mayor grupo de mexicanos son niños de entre 5 y 9 años, un sector al que Benedicto XVI ha apuntado para fortalecer a la Iglesia.

CUBA
De regreso a la isla


Natalia Martínez parece ajena al tema cuando habla de la decisión que tomó su familia hace dos décadas para marcharse de Cuba, pero la aparente frialdad de la estudiante graduada se desvanece cuando habla de la posibilidad de volver a la isla por primera vez esta semana, durante la visita del Papa Benedicto XVI.

«Estoy emocionada y nerviosa y creo que me sentiré también algo confundida», dijo Martínez, de 25 años, con una risa nerviosa.

Sus palabras reflejarían el sentimiento de muchos integrantes de una delegación de más de 300 cubano-estadounidenses que viajarán a Cuba, encabezados por el arzobispo de Miami, Thomas Wenski. Algunos de los que realizarán el peregrinaje hoy huyeron de la isla hace medio siglo. Otros crecieron lejos, escuchando las historias que sus padres exiliados les narraban acerca de la isla, separada 145 kilómetros (90 millas) de Estados Unidos por el Estrecho de la Florida.

Lo que une a estos peregrinos es la raigambre por el país del que se marcharon sus familias hace mucho tiempo. Ese afecto es manifestado incluso por quienes se han opuesto durante años a Fidel y Raúl Castro y al gobierno comunista que ellos instauraron hace 53 años.

Los viajes a Cuba son siempre controversiales entre los cubano-estadounidenses y el embargo impuesto hace medio siglo por Estados Unidos a la isla limita severamente las visitas. En la década de 1970, quienes visitaban Cuba solían ser incluidos en una lista negra en el sur de la Florida y algunos incluso corrían el riesgo de sufrir agresiones a su regreso.

En estos días, quienes llegaron más recientemente de Cuba suelen visitar a sus parientes en ese país, pero el tema suele ocupar los discursos proselitistas de los políticos que hacen campaña en Florida.

Esa controversia no ha hecho sino magnificarse de cara a la visita del Papa a Cuba.

Por lo menos media decena de exiliados que vuelven por primera vez a la isla se negaron a ser entrevistados ante la preocupación por las reacciones que sus palabras podrían desatar en Miami o en La Habana.

Muchos exiliados que huyeron durante los primeros días de la revolución encuentran pocas razones para volver. Los cubanos son el único grupo de migrantes que casi siempre recibe una suerte de asilo político al llegar a territorio estadounidense.

Los exiliados de más edad consideran que el viaje a la isla pone en entredicho las solicitudes legítimas de asilo y señalan que delegaciones como la de Wenski no hacen sino apoyar al gobierno cubano, que tiene participación en todos los hoteles y servicios turísticos del país.

Quienes viajan a Cuba argumentan que una mayor interacción con ese país ayudará a que avance hacia la apertura. Carlos Saladrigas, un empresario de 61 años, forma parte de ese grupo, pero le tomó años llegar a esa conclusión.

Saladrigas llegó a Miami a los 12 años, en los llamados vuelos de Pedro Pan que la Iglesia organizó a comienzos de la década de 1960, con el objetivo de traer niños cubanos a Estados Unidos. Sus padres se reencontraron con él un año después.

Crítico vehemente del gobierno de Castro, Saladrigas ayudó a encabezar una iniciativa exitosa para impedir un peregrinaje similar de la arquidiócesis a Cuba en 1998, durante el viaje histórico de Juan Pablo II. Esa visita fue la primera de un Papa desde la Revolución Cubana.

Saladrigas dijo que aquella experiencia cambió todo.

«Vi en el pueblo cubano la forma en que aquello se convirtió en una gran imagen de cambio y esperanza», relató. «Y pronto me quedó claro que una Cuba aislada es lo más contraproducente que podemos promover».

Saladrigas es ahora copresidente de la junta del Grupo de Estudios Cubanos, encabezado por empresarios. Esa organización sin fines de lucro trata de impulsar los cambios políticos y económicos en la isla, pero alienta también un mayor intercambio con ésta. El empresario volvió a Cuba por primera vez el año pasado, como parte de su trabajo con la orden caritativa católica conocida como los Caballeros de Malta. «Pero creo que esto será diferente. Será un momento histórico», consideró.

Expresa entusiasmo por celebrar no sólo la visita del Papa, sino el cuarto centenario de la aparición de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. La imagen de la Virgen se encuentra en una iglesia en un antiguo poblado minero en la costa sudoriental, donde Benedicto XVI orará.

«Más que un símbolo religioso, ella es un símbolo patriótico que une a los cubanos como nada más puede hacerlo», destacó.

John De León, presidente de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles en la zona de Miami, dijo que el significado histórico y religioso de la gira papal lo convenció de acudir.

«Me solidarizo plenamente con los católicos aquí y en la isla. Pienso que cualquier cosa que pueda fomentar esa solidaridad a ambos lados del océano es importante», añadió.

De León creció en Miami y viajó por vez primera a Cuba en 1993, como parte de una misión académica, lo que originó que sus padres, exiliados y firmes anticastristas, se negaran a dirigirle la palabra durante meses. Ha vuelto varias veces desde entonces, pero no lo hace desde hace casi una década.

«Hubo cierta emoción cuando fui la primera vez», recordó. «Pero eso se fue disipando en cierto modo durante los años de Bush. Se frenó entonces cualquier intercambio significativo».

El ex presidente George W. Bush limitó los viajes con fines culturales y académicos y prohibió a los cubano-estadounidenses visitar la isla más de una vez cada tres años. El gobierno del mandatario Barack Obama ha relajado esas restricciones.

Ahora, De León dijo estar interesado en ver los efectos de los cambios económicos recientes, implementados por el presidente cubano Raúl Castro, quien relevó en 2006 a su hermano, aquejado por una enfermedad.

De León dijo que su decisión de viajar no fue afectada por las medidas que tomó el gobierno cubano contra los disidentes antes de la llegada de Benedicto XVI. Recientemente, las autoridades cubanas sacaron a 13 personas de una iglesia local, a instancias del cardenal de La Habana, Jaime Ortega. El grupo exigía que el Papa entregara una lista con las exigencias de los opositores durante su visita.

En tanto, decenas de activistas que marchan semanalmente en la capital tras las misas dominicales fueron detenidos el fin de semana anterior y se anunció que no habría más protestas públicas antes o durante la visita pastoral.

«Evidentemente, hay preocupaciones cuando existe opresión a los derechos civiles de cualquier individuo en cualquier lugar», dijo De León. Sin embargo, añadió que no le sorprende el aumento de la tensión en Cuba.

«Pienso que eso es lo que deberían hacer los disidentes, subrayar los problemas y poner de manifiesto su causa, y el mejor momento para hacer esto es cuando la atención internacional se concentra en la isla. Y creo que la visita del Papa está infundiendo cierto tipo de esperanza».

Para Martínez, la visita no tiene tanto significado religioso o histórico. Lo importante, en cambio, es redescubrir sus propias raíces.

Su familia se marchó de Cuba cuando ella tenía 6 años, mientras su padre trabajaba en México. Y sus recuerdos de la isla son vagos. Rememora haber sembrado semillas en la primaria, la imagen de su abuela fumando en el patio y las dificultades ocasionales para encontrar huevos en la tienda.

Durante años, siguió el consejo de su padre, un físico que nunca miraba atrás y siempre adelante. Pero por mucho tiempo ha sentido que algo le faltaba. Añoraba echarle un vistazo a su casa de la niñez.

Viajará con amigos de la organización sin fines de lucro Raíces de Esperanza, que busca poner en contacto a los jóvenes cubano-estadounidenses con sus familias en la isla.

«He querido ir desde hace tiempo», dijo Martínez. «Creo que esperaba el momento oportuno y el grupo adecuado de personas».