Está por arribar a la ciudad la marcha campesina que emprendieron en Alta Verapaz y tras varios días de caminata hará ingreso en la metrópoli en busca de respuesta a añejos planteamientos. El presidente Pérez Molina se anticipó a platicar con los dirigentes la semana anterior, no para detener la marcha sino para manifestar su interés por atender el tema y eso abre espacios de oportunidad que los líderes del movimiento tienen que aprovechar.
Ciertamente es una historia de despojos la que se vive en el país, no sólo con el mayor que se produjo con la conquista que, como toda ocupación, trasladó la posesión y propiedad de la tierra de sus ancestrales dueños a los nuevos. También hay fenómenos posteriores, algunos masivos como los de tiempos de Barrios cuando las tierras comunales fueron expropiadas y trasladadas a los amigos del dictador dando origen a los más grandes latifundios del país, y posteriores en los que de manera aislada se usó nuestro deficiente sistema de justicia para consagrar el despojo.
Plantear puntualmente temas de conflictividad es importante, pero mucho más lo es en este momento la búsqueda de una política agraria de Estado, de largo plazo y que atienda las necesidades de grupos campesinos que han vivido en la más absoluta marginación. No es ésta la primera marcha y muy probablemente no sea la última, pero ahora hay por lo menos disposición a escuchar los planteamientos y a una discusión seria que puede ser muy productiva si las partes ponen los pies en la madre tierra y entienden qué es posible en la coyuntura y cuál sería la mayor ganancia.
Negar la existencia de fundamentos para la conflictividad agraria es cerrar los ojos a nuestra historia, pero tampoco podemos vivir en el pasado y es fundamental que, aprendiendo de los errores, podamos definir una nueva forma de convivencia en la que se cimente el respeto al derecho que tenemos todos los hombres a aspirar a la dignidad. Una ley de desarrollo agrario incluyente, que tome en cuenta las necesidades y los problemas de los que son mayoría, es decir ese contingente de campesinos que en nuestra realidad han sido realmente, como decía Franz Fanón, los condenados de la tierra, y que claman junto a sus familias por el elemental respeto que merecen como seres humanos.
No aceptamos la torpeza de quienes dicen que es un grupo de gente manipulada porque no son ganado; aunque algunos no lo crean, el campesino piensa y siente, se indigna y reclama, sueña y aspira. El Presidente al ir a su encuentro demostró respeto y eso ya es un paso adelante.
Minutero:
Al final de los bakunes
esa gente como Funes
se esmeran sin desmayo
al cumplir como lacayo