Estamos acostumbrados a que nuestros políticos hagan y digan lo que es popular, lo que agrada a la mayoría y no faltan quienes gobiernan de acuerdo a lo que dicen las encuestas. Más acostumbrados estamos a que los gobernantes de países pequeños se sometan dócilmente a lo que ordenan los grandes imperios y hay gente en nuestro medio que considera imprudente, insensato, peligroso e inaceptable que un Presidente tenga el atrevimiento de proponer algo que disgusta al gran imperio.
ocmarroq@lahora.com.gt
Yo pienso que los dirigentes del Frente Farabundo Martí de El Salvador tienen que sentir en su fuero interno desencanto al ver que un militar guatemalteco ha tenido no sólo la osadía de hacer un planteamiento como el de la despenalización, sino enfrentando el trabajo de esquirol que realiza el que fue su candidato presidencial, el periodista al que ellos llevaron a la presidencia de su país. No porque se trate de una acción contra el imperialismo, sino simplemente porque se antepone la coherencia, la lógica y la razón al dócil sometimiento de Washington que arrogantemente, en forma insolente, se limita a decir que la propuesta no sirve, cerrando el espacio a la absoluta necesidad de negociar.
Nadie puede decir a ciencia cierta que la propuesta no sirve, pero todos podemos decir, con pruebas contundentes, irrefutables y absolutas, que la política impuesta por Washington es la que no sirve. No sirve porque ellos siguen demandando drogas y no sirve porque pretende que la guerra se libre aquí, con nuestros propios muertos mientras ellos se lavan las manos. Pérez Molina ha hecho propuestas interesantes, como la de recibir compensación económica por los decomisos tomando en cuenta para referencia el precio de mercado de la droga incautada y que al menos una parte de eso se entregue para fortalecimiento de las fuerzas encargadas de luchar contra el narco.
Que un Zar antidroga diga abusivamente que lo propuesto por un presidente no sirve, hace que se zurren muchos lacayos, pero eso no significa que el Zar tenga la razón o que la política que desde tiempos de Nixon se implementó para contrarrestar el narcotráfico ha sido exitosa. Ni esa, ni la política de Reagan de decir no a las drogas, surtieron efecto alguno y cada día es más poderoso el narco y más débil la institucionalidad de los países que se usan para el tránsito de los narcóticos. Si esa propuesta no sirve, que el Zar nos diga qué jodidos proponen como alternativa, porque lo que hacen sí que ha sido un fracaso estrepitoso que ha costado miles de vidas en estos países y eso es inhumano.
Dónde están, que nos diga el Zar, los capos de la distribución de la droga que manejan el lucrativo negocio en Estados Unidos y que lavan su dinero tranquilamente y por qué nunca los capturan ni molestan. No es casualidad que allá operen con tanta libertad porque, entendámonos bien, la corrupción no es patrimonio únicamente de estos países y el dinero del narco no compra únicamente a funcionarios al sur de la frontera norteamericana.
Por eso sostengo que aun y si nos quedamos en la mayor soledad, no hay que quitar el dedo del renglón y se debe continuar con la propuesta de debatir alternativas a la fracasada política contra las drogas, esa misma que de verdad no sirve pero que el Zar de las drogas nos quiere mantener a puro tubo porque a ellos no les cuesta ni sangre ni pisto.
Tarde o temprano llegará el día en que se acepte que hay que discutir alternativas y el empeño de Guatemala en esta etapa no es un esfuerzo estéril porque está abriendo brecha. Aunque ello les duela tanto a los lacayos y preocupe tanto a las mentes miserables.