Dirigentes de Estados Unidos y Europa se reúnen hoy en Washington con el fin de impulsar la cooperación económica, pero con pocas esperanzas de avanzar en la forma de combatir el calentamiento global.
La canciller alemana Angela Merkel, cuyo país tiene la presidencia rotativa de la Unión Europea y del G8, cuenta con la reunión anual en Washington de Estados Unidos y Europa para alinear posiciones sobre el cambio climático antes del comienzo de junio, cuando será anfitirona de la cumbre de los ocho países más desarrollados.
Pero sin una posición común en objetivos de reducción de las emisiones de gases contaminantes, ambas partes corren el riego de formular mezquinas declaraciones de intención, en particular siendo la posición del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, muy diferente de la de Merkel y del comisionado de la UE Jose Manuel Barroso.
Aunque persisten las diferencias sobre la «guerra contra el terrorismo» de Bush, estadounidenses y europeos han superado en gran medida las tensiones debidas a la invasión norteamericana de Irak.
Sin embargo, el cuestionado gobierno de Estados Unidos –enfrentado con los demócratas en el Congreso por la financiación de la guerra y el retiro de tropas de Irak– está necesitando respaldo internacional.
Y en esas circunstancias, las disputas en torno a los gases de efecto invernadero se han convertido en una seria barrera.
El embajador de Estados Unidos ante la EU, Boyden Gray, no alienta muchas expectativas para la reunión de este lunes. «La cumbre no será un momento de definiciones», señaló. «Sólo será una parte del camino».
Bush se ha negado a aceptar ninguna imposición para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero, alegando que dañaría la economía nacional.
Bush ha señalado que sin la cooperación de las rápidamente expansivas economías de China y la India, los recortes de emisiones de otros países serían en vano. Ha abogado en cambio en el ámbito doméstico por el desarrollo y el uso de nuevas tecnologías.
Sin un acuerdo previsto en materia de calentamiento global, Gray dijo que el centro de las conversaciones será la cooperación económica entre estos dos grandes bloques del Atlántico.
Lo que podría emerger es una «asociación económica transatlántica» entre estadounidenses y europeos.
Tal asociación buscaría sincronizar regulaciones y estándares en las industrias automotriz y farmacéutica o en derechos de propiedad intelectual y mercados públicos para alentar la inversión y el intercambio.
Se espera un acuerdo de «cielos abiertos» entre Estados Unidos y la UE que libere la aviación comercial transatlántica, lo cual les permitirá a las compañías viajar a cualquier sitio de Europa o Estados Unidos a partir de marzo de 2008.
Los europeos esperan que Estados Unidos retire sus exigencias de visa a los países del este de Europa que acaban de ser incorporados a la UE.
Durante tres sesiones de trabajo, Bush, Merkel y Barroso también dialogarán sobre Irán y sus planes nucleares, el estatus de Kosovo y el terrorismo. Irak y Afganistán también están en la agenda.
Los observadores coinciden en que estas cumbres raras veces logran avances relevantes, y es incluso menos probable que eso suceda este año, en momentos en que algunos países europeos aguardan cambios políticos y que ya está en marcha la campaña presidencial de Estados Unidos para las elecciones de 2008.
Como el mayor emisor de gases de efecto invernadero, Estados Unidos ha hecho caso omiso de su responsabilidad por el calentamiento global y continúa cuestionando los métodos recomendados para reducir la amenaza climática.
El gobierno del presidente estadounidense, George W. Bush, ha rechazado persistentemente el rol de la actividad humana en el fenómeno, incluso cuando los expertos estiman que la cuarta parte de los contaminantes existentes en la atmósfera y que contribuyen al calentamiento provienen de esa nación.
Sin embargo, presiones provenientes de expertos internacionales, de la opinión pública, de la mayoría demócrata en el Congreso e incluso de la Corte Suprema han venido socavado esta postura.
A principios de abril, Estados Unidos reconoció el alarmante diagnóstico del calentamiento global y sus consecuencias potencialmente desastrosas, tras la publicación de un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima de la ONU (IPCC, por su sigla en inglés), que se reúne desde el lunes en Bangkok para buscar un acuerdo sobre soluciones concretas.
Bush, criticado en todo el mundo por negarse en 2001 a ratificar el Protocolo de Kioto -que busca reducir las emisiones de gases de efecto invernadero- argumentando que suscribir este pacto perjudicaría la economía nacional, ahora afirma que se toma el calentamiento global «muy seriamente».
Pero se ha negado a tomar medidas que no sean meros incentivos, en particular favoreciendo los biocombustibles, para combatir la amenaza climática.
En el Congreso, el ex vicepresidente demócrata y ahora un importante defensor de la causa medioambiental, Al Gore, ha recibido una cálida bienvenida. Han aumentado las audiencias sobre el tema y este verano se someterá a debate un proyecto de ley que pretende combatir el fenómeno.
No obstante, los legisladores siguen inciertos sobre la forma de enfrentar el problema.
Incluso aunque Estados Unidos es responsable del 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero, sólo algunos estados, como California, han tomado iniciativas para reducir la contaminación.
Bush se niega a considerar cualquier medida que dañe el crecimiento de la economía estadounidense o amenace el mercado laboral. Su razonamiento es que sólo con prosperidad económica se pueden enfrentar las consecuencias del calentamiento global y financiar el desarrollo de tecnologías limpias, que tienden a ser más costosas.
Su gobierno también supone que cualquier iniciativa doméstica al respecto sería inútil si China, el segundo mayor contaminante mundial, e India no son forzados también a limitar sus emisiones.
Pero la opinión pública norteamericana está ansiosa de que se tomen medidas para combatir el calentamiento global, incluso si ello afecta el crecimiento económico o fuerza a las automotoras a reducir el tamaño de sus vehículos.
Para un 52% de los estadounidenses el medio ambiente es la primera preocupación, respecto a un 36% que opinó que la economía debía venir primero, según indicó un sondeo del New York Times y CBS publicado el viernes.
Un 92% de los encuestados afirmó que estaría de acuerdo con normas que requieran a las automotoras fabricar automóviles que consuman menos combustible, mientras un 20% se manifestó a favor de un aumento en el impuesto a la gasolina con el fin de que se limite su consumo.
Un informe emitido a mediados de abril por un equipo de almirantes y generales retirados planteó el asunto de un modo diferente, argumentando que el cambio climático presenta una seria amenaza a la seguridad nacional.
Este estudio describe el calentamiento global como un potencial «multiplicador de amenazas» provenientes de regiones del mundo que ya son frágiles, puesto que exacerbaría las condiciones de pobreza y corrupción, que en última instancia son el caldo de cultivo «del extremismo y el terrorismo».