De oportunidades perdidas


Editorial_LH

Guatemala ha vivido sus oportunidades de transformación y unas han sido bien utilizadas y otras, la mayoría, simplemente desperdiciadas porque prevalecieron intereses personales en vez de los del país. Carrera en 1847 supo entender el desafío y creó el Estado de Guatemala. Barrios aprovechó el impulso de la Revolución de 1871 para crear la institucionalidad mediante la emisión de importantes leyes y posteriormente en 1944 se modernizó al país y se diseñó un modelo democrático de participación para superar las dictaduras.


En otras oportunidades la coyuntura ha presentado todo un campo de oportunidades para hacer las cosas bien por el país y se han desperdiciado. Hoy se cumplen 30 años de una de ellas, puesto que el Golpe de Estado que derrocó a Lucas llegó en circunstancias en las que quien asumiera tenía la mesa servida para iniciar un proceso de cambio profundo, más allá de un simple reacomodo de fuerzas para un nuevo reparto del pastel. El conflicto armado era intenso y demandaba acciones agresivas, pero sobre todas las cosas hay que entender que el mismo fue el gran pretexto para generar un aparato de corrupción que operaba en la impunidad que se creó en el marco de la confrontación.
 
 Cuando los oficiales jóvenes dieron el Golpe de Estado lo hicieron pensando en el país y en un espíritu de justicia moral, llamaron para que gobernara al general Ríos Montt, tomando en cuenta que le habían robado la elección en 1974. Pero era el mismo Ríos Montt que no defendió ese triunfo y que encontró refugio en el fanatismo religioso a su frustración política, por lo que fue un grave error creer que se retrocedería el tiempo y que asumiría el poder el mismo individuo que recibió más votos ocho años antes.
 
 Ríos Montt no llegó con proyecto de Nación sino con un proyecto personal y otro religioso. El personal era más bien de revancha y el religioso consistía en utilizar el poder para propagar su fe. Esa mezcla hizo que la oportunidad que tuvo el Ejército de propiciar un cambio fundamental en la vida nacional, se desperdiciara y quedara perdida. Ya cuando Mejía derrocó a Ríos las condiciones no eran las mismas del 23 de marzo de 1982 ni las expectativas populares iguales. En otras palabras, ya se había perdido la oportunidad.
 
 Los jóvenes oficiales y Ríos Montt echaron por la borda un momento estelar en el que contaron con todo el respaldo que podía tenerse. Sectores sociales y políticos de todo tipo avalaron el derrocamiento de Lucas y aguardaron expectantes a que se repitiera lo de 1944 con una Junta de Gobierno honesta, competente y audaz que en cuatro meses le dio vuelta al país, ilusión que nunca llegó.

Minutero:

Hoy estamos cosechando
aquella oportunidad perdida;
y es que Ríos predicando
arruinó una gran partida