La otra Guernica, la de Fernando Arrabal


Fotografí­a de Fernando Arrabal sosteniendo un retrato suyo.

Virsa Valenzuela Morales

«Ayer por la tarde, Guernica, la ciudad más antigua de las provincias vascas, fue totalmente destruida por un ataque aéreo de los rebeldes. El bombardeo de la ciudad, situada lejos del frente y sin defensa aérea, duró exactamente tres cuartos de hora. Durante este tiempo una numerosa escuadra de aviones de origen alemán-bombarderos Junkers y Heinkel así­ como cazas Heinkel- arrojó ininterrumpidamente bombas de hasta 500 kilos. Al mismo tiempo los cazas, volando a baja altura, ametrallaron a los habitantes que salí­an huyendo hacia las afueras de la ciudad. En pocos momentos toda Guernica quedó envuelta en llamas»1. Así­ registra la historia uno de los sucesos más sangrientos del siglo XX, mismo que alcanzó una difusión masiva a raí­z del cuadro Guernica pintado por Pablo Picasso entre mayo y julio de 1937. En dicho cuadro y según las propias palabras del artista, es visible el dolor y el desgarramiento: «gritos de niños, gritos de mujeres…»2 Este hecho violento, conocido por referencias y, sobre todo, el impact


o del cuadro de Picasso inspiraron también a otro artista, al dramaturgo Fernando Arrabal (Melilla, 1932), quien en 1959 da por concluida la obra Guernica, difundida en España no con su nombre original sino con las letras en desorden, de tal suerte que fue conocida como: Ciugrena.

Esta pieza breve tiene el siguiente argumento: la escena inicia con el sonido de las botas de soldados en marcha, luego el ruido de los aviones y del bombardeo (ocurren diez en toda la obra), cuando se levanta el telón se contempla el interior de una casa destruida, según se lee en la acotación: «escombros, paredes en ruinas, piedras.»3 Allí­ está un anciano vasco, Fanchu, quien junto a una mesa y con aire desesperado intenta remover las ruinas buscando a su esposa, la también vieja, Lira. A este personaje no lo vemos en el transcurso de la obra, únicamente escuchamos su voz. El diálogo entre ambos da acción a la obra y se ve cada cierto tiempo interrumpido por nuevos bombardeos, luego por la presencia (en dos ocasiones) de un escritor y un periodista que quieren aprovechar «el notición» del ataque a la ciudad y cuya presencia en escena no parece inmutar a los personajes principales Fanchu y Lira. Otra acción recurrente y que desví­a el diálogo entre ambos es la petición que Lira hace a Fanchu para que mire por la ventana y vea si con los bombardeos no cayó el árbol de las libertades vascas, que resistió ?y aún puede verse- en pie a la destrucción de la ciudad. Cada vez que Fanchu se asoma a la ventana ve a un Oficial que se burla de él. Así­ transcurre la obra sin mayores acciones y con los diálogos interrumpidos por los bombardeos, aviones, silencios angustiosos e inciertos y la presencia de una mujer con su niña quienes siete veces cruzan el escenario, unas veces de derecha a izquierda y otras viceversa. Termina la obra con la muerte de Fanchu y Lira, quienes se elevan al cielo convertidos en globos azules, mientras un grupo de hombres canta un himno de resistencia.

Vista así­, esta obra de teatro parece bastante sencilla por lo que conviene explicar varios elementos que utiliza su autor para explicar su puesta en escena y, particularmente, su propia concepción estética del dolor ante el drama del bombardeo. En primer lugar hay que referirse a los personajes centrales, Fanchu y Lira, cuya descripción como dos ancianos enfatiza su rasgo de vulnerabilidad ante el ataque. La casa de ambos se ha destruido y Lira ha quedado sepultada. La impresión al levantarse el telón es impactante: un afligido anciano removiendo escombros. El diálogo entre ambos, como en la mayorí­a de parejas que figuran en las obras teatrales de Fernando Arrabal, reúne ciertas caracterí­sticas que conviene enunciar para comprender mejor su sentido: relación de amor que oscila entre la indiferencia, burla, ternura, intimidad, sexo, agresividad, «me quieres no me quieres», inocencia infantil, juego, absurdo. En ambos hay afecto: «Tesoro mí­o, vida mí­a», «Amorcito», «Vidita», son algunas frases que se dicen entre ellos. Por medio de su conversación inicial, Arrabal enfatiza en la crueldad cometida contra Guernica que era, a todas luces, inocente del conflicto que la destruye, en el caso concreto de la obra, su autor toma un hecho cotidiano: Lira estaba orinando cuando inició el bombardeo, por eso no pudo salir. Durante el desarrollo de toda la pieza teatral, Fanchu intenta sacarla pero es inútil; son constantes las quejas de Lira y la angustia de su compañero al pensar que pueda estar herida y no poder ni siquiera limpiarle la sangre con algodón porque, tristemente, el armario en donde éste se guarda también está enterrado. Aún así­, es tierno con ella:

«Voz de Lira ? Dime que me quieres

Fanchu. (tierno). Claro, ya lo sabes. Ya verás, cuando salgas haremos cochinadas.

Voz de Lira.- ¡Cómo eres! (satisfecha). Eres incorregible». (p.518)

Más adelante vuelve, torpemente, a intentar consolarla:

«Fanchu.-¿Quieres que te cuente un chiste para que no te duela?

Voz de Lira- No sabes contarlos

Fanchu. – ¿Quieres que te cuente la historia de la mujer que fue a orinar y se quedó enterrada por los escombros? ¿No te gusta?… Ya verás como se te pasa. Voy a hacer el payaso para distraerte. (Fanchu baila sin arte y hace toda clase de carantoñas. Fanchu se rí­e al final). ¿Te ha gustado?

Voz de Lira. ? No puedo verte.» (p. 520)

Otro intento que hace Fanchu para entretenerla es darle como regalo un globo azul amarrado a una piedra, el globo se sacude durante los bombardeos pero no es destruido, cuando cesan los ataques, «sube y baja dulcemente». Entre estos afanes de consolar a Lira, pelean y se reprochan:

«Fanchu.- Eso es, dime ahora que no soy un hombre.

Voz de Lira.- No es que no seas un hombre, pero lo que pasa es que ya no se te pone dura.

Fanchu.- ¿Qué no? (colérico)». (p. 521)

«Voz de Lira.- … me encuentro muy mal. ¿No tienes compasión de mí­?

Fanchu. ¿Qué te pasa? ¿Estás mala?

Voz de Lira.- ¿Es que no comprendes que estoy encerrada y no puedo moverme?

Fanchu.- Es verdad, ya se me habí­a olvidado.

Voz de Lira.- Siempre te olvidas de todo lo mí­o…» (p. 525)

El diálogo entre ambos se nutre también de frases hechas que en el contexto resultan irónicas, como cuando Fanchu indica que llamará al notario para que Lira haga su testamento y ante la protesta de ella, él argumenta «Â¿No se dice así­?», aludiendo a que es normal que lo haga alguien que está pronto a morir.

También por su plática conocemos detalles de la muy peculiar relación entre ambos, por ejemplo, Fanchu le expresa a Lira: «Nunca me has ayudado: cuando te desnudo para que te acaricien los amigos siempre pones mala cara». Situaciones como la anterior son caracterí­sticas en el teatro de Fernando Arrabal.

Otros rasgos propios de la estética de su autor son la postura irreverente frente a Dios, aunque aquí­ no es incisiva ni retadora, más bien contribuye a enfatizar ese humor cruel del drama. Esto se manifiesta, por ejemplo, cuando Fanchu pretende llamar al confesor y Lira le recuerda que no pueden hacerlo porque han decidido ya no ser creyentes, para ser más evolucionados:

«Fanchu.- (sorprendido). ¿Evolucionados?, ¿nosotros?

Voz de Lira.- Pues claro.

Fanchu.- Pues buena la hemos hecho: ahora te morirás e irás al infierno.

Voz de Lira.- ¿Para siempre?

Fanchu.-Pues claro que para siempre. ¡Y menudos martirios! Ya verás lo que es bueno. ¡El tí­o sabe hacer las cosas!

Voz de Lira.- ¿Qué tí­o?

Fanchu.- Pues Dios.

Voz de Lira.- Dios. (Risa breve)

Fanchu.- Sí­, Dios. (Risa breve).» (p.531)

En medio de estos diálogos aparentemente desvinculados del tema central del bombardeo a Guernica, Arrabal expone la ilógica logicidad de la guerra, Fanchu se la va a explicar a Lira con la certeza y simplicidad de un formulamiento coherente y frí­o que podrí­a pasar desapercibido sino fuera porque trata sobre vidas de seres humanos:

«Fanchu.- Mira que es una lata esto de la guerra…

Voz de Lira.- Avisa a un médico

Fanchu.- Se los han llevado a todos… ¿Es que no te das cuenta de que estamos en guerra?

Voz de Lira.- Pero nosotros no hemos hecho nada a nadie.

Fnachu.- Pero eso no cuenta.

Voz de Lira.- ¿No pueden hacer una excepción con nosotros que somos viejos?…

«Voz de Lira.- ¿Por qué han destruido la casa?

Fanchu.- Te lo tendré que repetir todo el tiempo: (silabeando) están ensayando bombas explosivas e incendiarias…

Voz de Lira.- ¿Y no podrí­an ensayarlas en otro lado?

Fanchu.- Tú lo ves todo muy fácil. Tienen que ensayarlas en una ciudad habitada.

Voz de Lira.- ¿Para qué?

Fanchu.- Luego dices que si te insulto, pero está visto y comprobado que no tienes ni la más mí­nima cultura. ¿Para qué? ¿Para qué? Pues, ¿para qué va a ser sino para ver qué pasa?

Voz de Lira.- ¿Y qué?

Fanchu.- ¿Y qué? ¿Y qué? Pareces boba. Si la bomba mata mucho, la bomba sirve y fabrican más; y si no mata es que no sirve y no fabrican más.

Voz de Lira.- … ¿Pero cuándo va a terminar la guerra?

Fanchu.- Eso es, la señora querrí­a que la guerra se terminara cuando a ella se le diera la gana.

Voz de Lira.- (Lloriqueante) ¿No pueden terminar?

Fanchu.- Pues claro que no. El general ha dicho que no terminará hasta que no lo hayan ocupado todo.

Voz de Lira.- ¿Todo?

Fnachu.- Pues claro que todo… Los generales no se andan por las ramas: o todo o nada.

Voz de Lira.- ¿Y la gente?

Fanchu.- La gente no sabe hacer la guerra…» (p. 526- 533-535)

La conversación anterior está dotada de una crueldad descarnada. Lo que Fanchu dice entra dentro de una dinámica aceptable por la razón, pero a la vez repudiada por la misma racionalidad que distingue a los seres humanos de las bestias. Fanchu es objetivo, demasiado, para la sensibilidad de Lira quien, como los habitantes de Guernica, no se explica lo que ocurre con su ciudad. El desasosiego y angustia de Lira sólo encuentran consuelo en la esperanza de que el árbol de las libertades vascas no haya sido derribado, de ahí­ su constante insistencia en que Fanchu logre asomarse a la ventana y ver el árbol.

Otro personaje que enfatiza la situación violenta de la obra es el Oficial, figura suprema que haciendo gala de su rango militar y sin articular palabra logra intimidar y humillar a Fanchu al mostrarle unas esposas y reí­rse de él frí­amente en repetidas ocasiones, además lo empuja por detrás y lo hace caer, le arrincona, le cierra el paso mientras saborea un bocadillo, enseña los dientes como para reí­r, pero sin sonido. En el final, pretende consumar su agresión: porta un fusil-ametralladora y dispara contra los dos globos (que son Fanchu y Lira) que se han elevado luego del último y más fuerte bombardeo. No consigue acertar los tiros y, amedrentado «sale precipitadamente por la derecha».

También cabe destacar la presencia de dos personajes que cruzan el escenario sin decir palabra: una mujer y una niña que, como bien señala su autor, no son cualquier mujer y cualquier niña sino son las que aparecen pintadas en el cuadro homónimo de Picasso (véase detalle en la página 5), del lado izquierdo del espectador. Este hecho nos conduce a pensar cuán profundamente impactarí­a en Fernando Arrabal la expresión de angustia manifestada en el cuadro del maestro cubista y es que, más que conocer el bombardeo de Guernica por experiencia personal (pues al momento del suceso el dramaturgo tení­a cinco años de edad), es indudable que la acción bélica llegó al espí­ritu de Arrabal por la pintura. El dramaturgo percibe a los personajes mujer y niña con una mezcla de irritación e impotencia (según lo refiere él mismo en las acotaciones). En su obra, su dramática expresión de terror recorre siete veces el escenario sin hablar; una vez empujan un carrito con un letrero en que se lee: «dinamita»; en otra llevan escopetas; luego un carrito con cartuchos; enseguida, un saco, quizá con municiones; después tiran de un carrito con escopetas y al final, la mujer va sola, llevando en hombros un pequeño ataúd. Aquí­ el autor remite una vez más al cuadro de Picasso. El paso de estos dos personajes en el escenario, tiene una doble significación de lo injusto del drama, por una parte su referente concreto al utilizar a dos seres indefensos: mujer y niña, emblemas de una sociedad inocente y ajena al conflicto; por otra, su presencia simbólica que, sin hacer de ellas un panfleto, las hace portar los sí­mbolos de la tragedia: dinamita, cartuchos, municiones, escopetas y la caja mortuoria.

Por último, cabe referirse a dos personajes ajenos al drama: el escritor y el periodista, quienes ven en el ataque un acontecimiento fenomenal para escribir una novela o una nota periodí­stica, pues aunque ven a Fanchu, pasan al lado de éste sin inmutarse, en dos planos escénicos. Dice el escritor: «la complejidad de este pueblo dramático florece de una manera natural en esta guerra fraticida y cruel… No, no, suprima esa frase: debo encontrar otra más rotunda y más sobria. ¡Qué novela haré de todo esto! ¡Qué novela! O quizás una obra de teatro e incluso una pelí­cula. ¡Qué pelí­cula! ¡Qué peliculón!» (p.525).

Al final, signos de esperanza se hacen presentes en la obra teatral: los globos que no son derribados, el árbol que permanece de pie y el Guernikako arbola que canta la muchedumbre mientras cae el telón…

Referencias

1 Nota aparecida el 27 de abril de 1937 en el diario londinense Times, según refiere Walter, Ingo. Pablo Picasso. 1881-1973. El genio del siglo. Alemania: Taschen, 1999.

2 Idem

3 Arrabal, Fernando. Teatro completo. Vol. 1. Madrid: Espasa Calpe, 1997. De aquí­ en adelante, las citas de la obra Guernica son tomas des esta edición.