Ayer murió la poeta guatemalteca Luz Méndez de la Vega, a los 92 años de edad, luego de haber padecido por varios días quebrantos de salud, vinculados a su longevidad. Coincidentemente, falleció en el Día Internacional de la Mujer, un día que quedará para recordar, también, que ella dedicó parte de su obra académica en evidenciar los aportes de las mujeres a la sociedad guatemalteca, especialmente en las letras.
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Luz Méndez de la Vega nació en 1919. Perteneció a los grupos La Moira y Rin-78. Licenciada en Letras por la Universidad de San Carlos, con estudios de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, España, y académica de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Su obra literaria consta de los libros Eva sin Dios (1979), Tríptico: Tiempo de amor, Tiempo de llanto y Desamor(1980), De las palabras y la sombra (1984), Helénicas (1998), Toque de queda: poesía bajo el terror (1999) y Frágil como el amor (2008).
Además, es autora de la obra de teatro Tres rostros de mujer en soledad: monólogos importunos(1991). En crítica literaria, es autora de Estética y poesía de Petrarca (1974), El Señor Presidente y Tirano Banderas (1977), Características del estilo de Galdós y su influjo en la novela guatemalteca(1978), Lenguaje, religión y literatura como deformadores de la mujer y la cultura(1980), La mujer en las obras de José Milla (1982) y La amada y perseguida Sor Juana de Maldonado y Paz (2002).
También trabajó las compilaciones Flor de varia poesía: poetas humanistas (1978), Poetisas desmitificadoras guatemaltecas (1984), La poesía del Grupo RIN-78(1986) y Mujer, desnudez y palabras -antología de desmitificadoras guatemaltecas- (2002).
En 1994, fue distinguida por el Ministerio de Cultura y Deportes con el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias.
A lo largo de su trayectoria, Luz Méndez de la Vega cultivó diversos géneros literarios, en particular la poesía, el teatro y el periodismo cultural, con los que ha enriquecido la literatura del país. A la vez, actividades paralelas como la docencia universitaria y la actuación teatral han contribuido a fortalecer su figura intelectual.
Por la diversidad de sus temas (la vida, el amor, la muerte, las relaciones humanas, entre otros), por la imbricación de lo poético y lo ideológico, la poesía de Luz Méndez de la Vega ofrece muchas posibilidades de lectura.
Cabe destacar que, además de su notoriedad en el ámbito literario del país, la ilustre escritora también pasará a la historia como uno de los símbolos del feminismo guatemalteco por su apasionada defensa de los derechos de las mujeres, lo cual está documentado, en particular por su tránsito en Diario La Hora.
PUBLICACIONES
Recientemente, la Editorial Cultura publicó el libro Ligera y diáfana poesía completa- de Luz Méndez de la Vega, que es una recopilación de todos sus poemarios publicados.
El volumen recoge los poemarios Eva sin Dios, Tríptico, De las palabras y la sombra, Las voces silenciadas, Toque de queda y Frágil como el amor.
Ligera y diáfana, para el escritor Francisco Morales Santos, según consigna en el prólogo: Yo veo su trayectoria poética desplazarse como un Usumacinta, y cómo en la misma corren parejos la pasión, la ternura, el humor y no pocas veces la ironía. Asimismo, van de la mano la capacidad para conmover mediante la lírica con el empleo regulado y siempre oportuno de imágenes. Y es que Luz todo el tiempo está mostrando su constante energía y pasión por lo vivido, por lo sentido, por lo que se añora.
El silbato de las hirvientes jarrillas
rompe el silencio oloroso a cebolla
en las limpias y pacíficas cocinas
que se llenan de su música arcaica
de viejo ferrocarril en miniatura.
Las jarrillas de silbato
han sido hechas para aquellos
que olvidan siempre
apagar la hornilla, como yo,
para preocupación tuya.
Hoy, estrené la jarrilla
esmaltada de rojo y asa negra
que confiados compramos ayer
para evitar catástrofes frecuentes
por mis constantes olvidos.
Al principio fue sólo su gor-gor
suave como ronronear de gato
el que me cautivó embelesada.
Luego, fue su agudo silbato
-imperioso y mágico-
el que hizo irrumpir en mi cocina
sobre los rieles del ensueño,
oloroso a caña y citronela,
el verde campo de la costa sur
con sus sembrados de milpa y banano.
El paisaje parpadeó veloz
por las ventanillas
del ruidoso tren
de negra y humeante locomotora
que me llevó
-adolescente en vacaciones-
entre campanas, banderazos
y olor a petróleo
hasta la vieja estación
del pueblo de mi abuela.
Y así, sobre la locomotora
roja y negra de mis sueños
alucinada por el silbato
de mi nueva jarrilla
me olvidé, otra vez,
-para desesperación tuya-
de apagar la hornilla.
Porque mi cerebro pesa
unos gramos menos
y mis músculos no alcanzan
la potencia
de los récords masculinos
dicen:
Que biología es destino
(Destino al servicio)
Porque mis glándulas
me condenan
a desangrarme cada luna
y el olor y el color
de mi sangre recuerdan
mi poca angélica naturaleza
dice:
Que biología es destino
(Destino inferiorizante)
Porque me falta
un protuberante sexo
entre las piernas,
que me libere del compromiso
de pasos lentos
y abultado vientre
tras un fugaz orgasmo,
dicen:
Que biología es destino
(Destino a pañal, escoba y cocina).
Porque la historia registra
miles de nombres masculinos
y muy pocos de mujeres
que vencieran las flamígeras espadas
de los arcángeles misóginos
de la fama,
dicen:
Que biología es destino
(Destino a la ignorancia)
Y con tantas evidencias,
deberemos enorgullecernos
cuando nos elogian magnánimos
en los discursos oficiales
diciendo:
Detrás de cada gran hombre
hay siempre una gran mujer
y se olviden
-astutos y olímpicos-
de añadir
el calificativo justo
de: frustrada.