Hoy es día de frases rimbombantes para conmemorar el Día Internacional de la Mujer y en medio de tanta celebración y algarabía, tenemos que ver que el camino para que se logre el pleno respeto a los derechos de la mujer en el mundo, pero particularmente en nuestra pequeña Guatemala, es aún demasiado largo y escabroso. Ciertamente hay avances líricos, porque ahora nadie se atreve a expresar públicamente sus sentimientos machistas ni de descalificación, pero eso no quiere decir que efectivamente se haya asegurado el respeto a la dignidad de las mujeres.
Guatemala sigue siendo un país en el que la mujer lucha afanosamente por ganarse el espacio que le corresponde, no importa lo que digan las expresiones de apoyo y solidaridad que hoy se publican a diestra y siniestra. Ser mujer y ser indígena es algo que comparte un alto porcentaje de la población del país y ello constituye un problema adicional y más complejo porque los espacios se cierran por partida doble. Ciertamente hoy tenemos una Vicepresidenta de la República que alcanzó el cargo por votación popular y la Corte Suprema de Justicia está también presidida por una abogada. Hay una gran cantidad de mujeres profesionales que han culminado sus estudios universitarios y compiten con los hombres en campos tan diversos como el derecho, la medicina, la ingeniería y las humanidades, pero aún queda mucho camino por recorrer para que se pueda hablar de igualdad en el trato y de igualdad en las oportunidades.
Vivimos en un país donde todavía es obligado hablar más de los retos que de los logros y avances porque queda mucho por hacer para garantizar que hombres y mujeres puedan vivir con los mismos derechos y gozar de los mismos privilegios. Falta mucho para que podamos hablar de que compartimos las mismas obligaciones, porque el hombre en nuestro medio no asume su cuota en las tareas del hogar que siguen siendo oficio de la madre aunque trabaje y aporte ingresos al núcleo familiar.
Hay problemas culturales de gran envergadura que marcan los comportamientos en países como el nuestro, y hay que redoblar el esfuerzo por superar viejos atavismos y actitudes que en el fondo pretenden afianzar la hegemonía sobre la mujer. No ayudan posturas mojigatas que, con argumentos religiosos, pretenden refundir a la mujer en la cocina y en el cuidado de los hijos sin reconocer su capacidad, además de su derecho, para buscar plena realización en todos los órdenes de la vida.
Celebrar el Día de la Mujer demanda más que un gesto amistoso y afectivo que a lo mejor no pasa de ser tolerante. Demanda compromiso y empeño por cambiar una realidad cultural y social que sigue limitando a la mujer.
Minutero
Que faroles para mentir
si nos vienen a decir
que la Contraloría ya audita
toda esa plata maldita