Rincón LITERARIO



Sea breve

Otto-Raúl González

Muerte de un rimador

Agapito Pito era un rimador nato y recalcitrante. Un buen dí­a viajó a un extraño paí­s en donde toda rima, aunque fuese asonante, era castigada con todo rigor, incluyendo la pena de muerte. Pito empezó a rimar a diestra y siniestra sin darse cuenta del peligro que corrí­a su vida. Veinticuatro horas después fue encarcelado y condenado a la pena máxima. Considerando su condición de extranjero, las altas autoridades dictaminaron que podrí­a salvar el pellejo solamente si pedí­a perdón

públicamente, ante el í­dolo antirrimático que se alzaba en la plaza central de ciudad.

El dí­a señalado, el empedernido rimador fue conducido a la plaza y ante la expectación de la multitud, el juez del supremo tribunal le preguntó:

? ¿Pides perdón al í­dolo?

? Pí­dolo.

Agapito Pito fue linchado Ipso facto.

Una mujer distinta

Aquella mujer que se paseaba desnuda en una playa privada, llevaba la luna en la frente, dos luceros redondos y macizos en el pecho, un halo que brillaba como los anillos de Saturno alrededor de la cintura, el sol en las ancas un agujero negro en la entrepierna. Nunca he podido olvidarla.

Demanda de divorcio

? Sí­, señor. Me quiero divorciar de él porque se ha convertido en un aburrido y detestable alcohólico anónimo. Me gustaba más cuando era un borracho alegre, simpático y conocido.

Bar internacional

? ¿Qué va a tomar caballero?

? Pues, para recordar mi tierra, tráigame por favor un whisky doble.

? El taimado camarero analizó la elegante figura del cliente, reparó en sus rasgos evidentemente chichimecas y, con mal disimulada sorna, espetó:

? ¿A poco el señor es de Escocia?

? No, amigo. Soy de Huixquilucan.

Alergia

Amaba con especial deleite la ópera, la opereta, la zarzuela y, por supuesto, a las mujeres. Cierto dí­a descubrió que las cabelleras femeninas le producí­an una modestí­sima alergia que le impedí­a el goce sexual. Fue entonces cuando decidió viajar a Europa y pedirle a Ionesco la mano de la cantante calva.