R E A L I D A R I O (DCCX)


rene-leiva-pixeleada

ENEMIGO OCULTO. ¿Quién no tiene –en algunas de las muchas acepciones del verbo tener– por lo menos un adversario oculto, apenas presentido, de huellas encubiertas o mal borradas?

René Leiva


Que te aborrece, a su manera, porque es estéril, más bien mediocre, pusilánime, cobarde.

Que usa su mezquino poder transitorio en la sombra, esa supuesta atribución para negar, escamotear, ningunear…

Si por lo menos fuera digno de su inútil esfuerzo daría lástima, siquiera.

Te ha borrado de su lista selecta y ha elaborado otra lista, bajo llave, para vos solo.

Y velado en ese enemigo oculto estás vos, por supuesto sin quererlo ni desearlo; está tu palabra, tu nombre, tus ecos y reflejos inciertos –todo ello con la mordaza de la sombra.

Ese enemigo cultor del disimulo nunca aceptaría un desafío tuyo: ni a duelo de espadas ni de palabras. Tendría que salir de su escondrijo, ponerse en evidencia.

Pero no, tampoco; ese enemigo oculto no es tu corazón, ni tú inconsciente (o subconsciente), ni tu espejo, ni tú sombra, ni un dios desconocido.  (Esa es psicología barata, de cursilón y trasnochador folletín decimonónico).  No, tu enemigo oculto es menos “grueso”.

Si algún día lluvioso tu enemigo oculto decide hacerse visible, dar la cara, confesarse… me avisas inmediatamente y al final, o mientras tanto,  ¿seguir perdonándolo  o pedirle perdón?
*****
PUERTO LIBRE.  Si alguien conoce o sabe de Leo (¿qué apellido?), del kibutz Gazit, Doar N. Yezreel, Israel, favor decirle que en un ejemplar de Puerto Libre  de Ángeles Mastretta (escritora mexicana), Editorial Planeta Biblioteca del Sur, Argentina, 1994, hallado en una venta callejera de quincalla y otras chucherías, sita 26 calle y 15 avenida, zona 5, Ciudad Guatemala –puesto similar, en el Estambul de Ataturk, a los descritos por Orhan Pamuk en algún capítulo de El libro negro–, en la guarda posterior, aparece con letras azules de bolígrafo la dirección apuntada, tal vez dictada vía telefónica a una nerviosa mujer de nacionalidad ignorada, en cualquier ciudad (¿Guatemala?) o indeterminado puerto libre. ¿Se encontraron Leo y la desconocida lectora de Ángeles Mastretta, cuyas huellas, las secretas, no aparecen en ninguna otra parte de los márgenes del libro?
Lo que no une el destino lo unen los libros, agentes secretos del destino.  (Hipotálamo de Osmio).