Ayer me recordé del Dr. Schlesinger, que tenía su consultorio en la zona 1 de la capital. Era un hombre maravilloso, con sus lentes redondos… un hombre inteligente, bueno de verdad. Canas bien peinadas, bata blanca y siempre serio, pero con rostro amable. Era acertadísimo. Curaba naturalmente, sin necesidad de medicamentos.
“Dele tomate, todos los días…” le dijo a mi madre, una vez que a mi hermano se le “pelaron” las manos… “le falta tal vitamina”. Y se curó. A veces, hasta la medicina nos regalaba…
Traigo a recuerdo esta imagen, porque, una vez le comentó a mi madre que los tiempos estaban cambiando, y muy rápidamente. Eso era por allá por la década de los sesenta… y tenía toda la razón. Los tiempos empezaban a dar unos remezones, que el mismo doctor de la familia, estaría asustado. Aunque seguramente, él se habría adaptado, por su enorme capacidad académica.
Hoy estamos viviendo un momento histórico para la humanidad. Somos testigos privilegiados de una transición de época o de era, como muy pocas veces las personas se habían percatado. Son otros tiempos. Cambió la vida para todos, para todo el mundo y quien no se ha dado cuenta o no se adaptó –ya- el tren pasará encima, sin piedad alguna.
Las relaciones interpersonales, por ejemplo, en los últimos años dieron un vuelvo realmente positivo. De aquellas relaciones tiránicas entre hombres y mujeres, de total inequidad, hoy estamos viendo cómo la mujer ha asumido un papel protagónico, ganándose cada vez más espacios ella misma, sin la ayuda de nadie. Poco a poco se ha ido haciendo a un lado aquellos sometimientos tan absurdos a los hombres, que sin embargo todavía permanecen en muchas partes de nuestra sociedad, particularmente en el área rural. Pero que han cambiado los roles, han cambiado y van a seguir modificándose, cada día más.
Hay visos de que la horizontalidad entre hombres y mujeres es una forma de relacionamiento, que antes no existía. Yo no creo que el empoderamiento de la mujer en los distintos espacios privados y públicos, le esté haciendo mal a nuestra sociedad. Es todo lo contrario, la mujer tiene un papel preponderante en la educación universitaria hoy en día, en la educación y formación de los jóvenes, en todos lados. Se ha venido a descubrir que la mujer tiene capacidad para equilibrar su hogar y trabajo, su responsabilidad de madre de familia y de apoyo financiero para su casa, ya sea junto al compañero del hogar o bien sola. Siempre ha salido adelante, sola o acompañada.
En esta era de la información, las mujeres se hicieron visibles, igual que algunos sectores marginados por eterna memoria. Hoy todos somos ciudadanos de un mismo planeta, ya no más relaciones sin equidad. El valor de la subjetividad que la mujer aporta al trabajo, a la vida nueva que estamos viviendo (en medio de una revolución tecnológica) es inigualable. Hay un redescubrir a la nueva humanidad que reclama derechos y exige cumplimiento de deberes. Hay una nueva conciencia ecológica que, poco a poco, va ir creando presión para que dejemos mejor al planeta, cómo lo recibimos y no al revés.
En un corto tiempo, el mundo cambió su rostro. Y fue la mujer la que le dio un semblante diferente. Muchas de las cosas que hoy gozamos, fue producto de que las mujeres de la generación de mi madre, comprendieron que sus hijas tenían que prepararse, estudiar, ganarse el espacio y no quedarse con la boca callada, aguantando como siempre. Si el mundo ya no es el mismo, se lo debemos en gran parte a esas valerosas mujeres que empezaron a creer en la educación. Hoy le rendimos pleitesía por su determinación de enviar a sus hijas a las escuelas, a los colegios y a las universidades. Tenía razón nuestro querido doctor… el mundo estaba cambiando, desde aquella década… y cambiará más.