Los candidatos demócratas a la presidencia de Estados Unidos, con Hillary Clinton y Barack Obama a la cabeza, se enfrentarán mañana en lo que será el primer debate interno, en una campaña electoral que ya funciona a pleno a falta de 18 meses para la elección.
Los debates son una de las grandes tradiciones políticas de Estados Unidos y ningún candidato que se precie de tal está en condiciones de eludirlos.
Los ocho pretendientes declarados respondieron a la invitación del partido demócrata de Carolina del Sur, para una hora y media de discusión en el campus universitario del pequeño poblado de Orangeburg, que será transmitida en directo por televisión nacional (a partir de las 23H00 GMT).
El 3 de mayo será el turno de los republicanos, en la biblioteca que lleva el nombre del fallecido Ronald Reagan (presidente entre 1981 y 1989 y experto en debates) en Simi Valley, California.
En el bando demócrata, todas las miradas recaerán sobre los que son por el momento los favoritos para quedarse con la nominación de ese partido: Clinton y Obama.
Un sondeo de Rasmussen publicado el lunes coloca al joven senador, que promueve cambios en la política y fue uno de los primeros en oponerse a la guerra en Irak, en el mismo nivel (32%) que la ex primera dama y actual senadora por Nueva York.
Lejos los sigue el ex senador y ex candidato a vicepresidente en 2004, John Edwards, con un 17%.
El debate no deja de ser atractivo por el duelo entre un orador carismático y una experta con una técnica incomparable.
Será un ejercicio tan importante como riesgoso para los protagonistas.
«Para alguien como Hillary Clinton, diría que lo que importante será no equivocarse», dijo Stephen Hess, profesor de la universidad George Washington. «Otros podrían aliarse contra ella y será fundamental la manera en la que responderá».
«Para Obama es un poco diferente», agregó. «Sus opiniones hasta ahora han sido bastante vagas. Ahora que la campaña empieza a ponerse seria para él, la cuestión será la precisión, la manera en la que puede impresionar al público con sus conocimientos».
Pero ambos tendrán que compartir el escenario y la palabra con otros seis pretendientes, que tendrán allí una posibilidad de sobresalir y lograr mayor difusión televisiva al día siguiente.
Además de Clinton, Obama y Edwards, estarán el gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, los senadores Joseph Biden y Christopher Dodd, el ex senador Mike Gravel y Dennis Kucinich, férreo opositor a la guerra en Irak y también precandidato en 2004.
Según el profesor Hess, los temas de fondo tienen una importancia menor en estos debates, aunque forzosamente se hablará de Irak o del medio ambiente.
«Son todos demócratas. Están mayormente de acuerdo entre ellos», opinó este experto en la presidencia. «No podrán no hablar de Irak. Pero no pienso que alguien dirá algo muy diferente a otros… el único que verdaderamente es antiguerra y estaba en esa postura antes que los demás es Dennis Kucinich… de hecho, lo esencial será sobre todo la manera en la que se presentan, más que lo que digan».
En esta etapa de la campaña, el debate será más para los profesionales de la política que para el estadounidense promedio, todavía poco interesado.
También estará atento el personal del Partido, los jerarcas locales y los principales tesoreros, ya que algunos todavía no se deciden.
El primer objetivo de la campaña actual, y por los cuales los candidatos luchan con aspereza, son los padrinos ricos e influyentes del Partido, como lo demostró la carrera por la obtención de apoyo financiero, que ganó Clinton seguida de cerca por Obama.
Cada uno obtuvo unos 26 millones de dólares en los primeros tres meses de campaña.
Según informes oficiales, Clinton dispone además de 10 millones que sobraron de su campaña senaturial, para lograr lo que a esta altura de la campaña son cifras récord en la historia política estadounidense.