Si alguna razón falta para justificar la inmediata aprobación de la ley de acceso a la información y, más aún, un decidido combate frontal a la impunidad en el país, el Congreso de la República y su aún Presidente, Eduardo Meyer, nos dieron a los guatemaltecos esta semana 82 millones de razones para que seamos más exigentes no sólo con nuestros diputados, sino con todo el sistema de justicia del país.
No puede ser que en un país con las carencias y necesidades que tiene Guatemala, alguien pueda levantarse 82 millones y todo quede, como siempre, cual parte sin novedad. Cierto es que esa cantidad de dinero es nada en comparación con lo que el país ha gastado en salvar los bancos en serios problemas financieros y cuyos dueños y accionistas gozan tranquilos del beneficio recibido. Y si esos banqueros no recibieron castigo, pese a que sus fraudulentas operaciones les costaron a los ciudadanos de nuestro país miles de millones de quetzales, debemos ver que esa actitud a favor de la impunidad alentada por las autoridades es lo que sirve de ejemplo y hasta de estímulo para que otros sinvergí¼enzas encuentren formas de apropiarse de dinero ajeno.
Lo más grave en este nuevo robo millonario es que todo apunta a que nuevamente veremos otro crimen sin castigo porque desafortunadamente la maquinaria de la justicia no sabe cómo actuar. Y no es cuestión de señalar hoy al Ministerio Público por no haber capturado a los estafadores, sino que debemos preguntar por qué el Congreso no exigió que se constituyeran garantías en tanto se devolvía el dinero. El problema no era, hasta ayer que venció el plazo del certificado de depósito, de carácter penal sino administrativo y correspondía al mismo Congreso exigir alguna fianza para prevenir lo que todos veíamos venir, menos los diputados.
Hierve la sangre al ver que el dinero del pueblo, porque eso de los «ahorros del Congreso» es una burda ficción, se esfuma junto a los que se lo embolsan sin que nadie tenga que temer ninguna consecuencia ni, mucho menos, alguna sanción de carácter legal. Meyer se irá a su casa (porque no puede ser que tenga la desfachatez de querer regresar ahora), los diputados seguirán buscando formas de evitar la aprobación de cualquier ley que ponga coto a la corrupción, entre ellas la de Acceso a la Información, y los guatemaltecos volveremos a rumiar nuestra frustración por la clase política que nos representa. Pero lo más grave es el mensaje para los pícaros agazapados, porque la lección es que el mundo es de ellos y no tienen nada que temer.