Hace 50 años, en junio de 1957, el cubano Virgilio Piñera (1912 – 1979) presenta «Falsa alarma», considerada como la primera obra dramática absurda de Latinoamérica. Ya la había publicado en 1948, por lo que la concepción sería anterior a «La cantante calva» de Ionesco.
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«Falsa alarma» no es precisamente la obra más aclamada de Piñera, lugar que ocupa «Electra Garrigó». Lo realmente importante es que este cubano fue el que impulsó la renovación del teatro en Latinoamérica. Hasta entonces, las obras de autores del continente se basaban en la comedia de salón, de burguesías, sin mucha complejidad escénica, y que sólo se fundamentaban en enredos y confusiones jocosas.
Con Piñera inicia el ciclo de vanguardia en el teatro latinoamericano. Luego, vendrán otros autores, con más renombre, con obras más representadas.
Tras el triunfo de la Revolución Cubana, Piñera colaboró en el periódico Revolución y en su suplemento Lunes de Revolución. En 1960 reestrenó Electra Garrigó y publicó su Teatro completo. En 1968 recibió el Premio Casa de las Américas de teatro por Dos viejos pánicos.
La carne
Sucedió con gran sencillez, sin afectación. Por motivos que no son del caso exponer, la población sufría de falta de carne. Todo el mundo se alarmó y se hicieron comentarios más o menos amargos y hasta se esbozaron ciertos propósitos de venganza. Pero, como siempre sucede, las protestas no pasaron de meras amenazas y pronto se vio a aquel afligido pueblo engullendo los más variados vegetales.
Sólo que el señor Ansaldo no siguió la orden general. Con gran tranquilidad se puso a afilar un enorme cuchillo de cocina, y, acto seguido, bajándose los pantalones hasta las rodillas, cortó de su nalga izquierda un hermoso filete (…) Ansaldo se trasladó a la plaza principal del pueblo para ofrecer, según su frase característica, «una demostración práctica a las masas». (…)
Pronto se vio a señoras que hablaban de las ventajas que reportaba la idea del señor Ansaldo. (…) Y el alcaide del penal no pudo firmar la sentencia de muerte de un condenado porque se había comido las yemas de los dedos, que, según los buenos gourmets (y el alcaide lo era) ha dado origen a esa frase tan llevada y traída de «chuparse la yema de los dedos».
Virgilio Piñera
Electra Garrigó
Piñera se acerca tanteando a nuestro mundo negro, parodia la tragedia griega (el autor es un formidable humorista), utiliza una guantanamera como coro griego, y sus personajes son una gran abstracción que hablan un lenguaje falso y alambicado, totalmente extraño a nuestra habla diaria. ¿Defecto de concepción? Tal vez, pero hay que comenzar por encuadrar a Electra Garrigó en el momento social en que se hizo y convenir que el defecto mayor sería que Piñera escribiera su Electra en 1961 y no en 1948, año de su primera representación. Cualquiera que lea con detenimiento sus obras posteriores, comprenderá cómo el autor se ha ido acercando sensiblemente a nuestro mundo y cómo el tiempo mostrará que su Electra no ha sido más que el punto de partida de un teatro que necesariamente, como la mujer de Lot, si mira atrás se convertirá en una estatua de sal.
Rine Leal