Dispuestos a lo largo de la famosa rampa en espiral que conforma el museo, 64 proyectos de Wright y más de 200 dibujos originales –muchos de los cuales nunca se habían exhibido– forman un viaje ascendente por su obra.
Wright murió en 1959 a los 91 años, apenas seis meses antes de la inauguración de este museo dedicado al arte moderno y contemporáneo, frente a Central Park, a cuatro cuadras del académico y monumental Museo Metropolitano.
La exposición «Desde Adentro hacia Afuera» inaugurada el viernes y abierta todo el verano hasta el 23 de agosto, rinde homenaje a la visión del creador, por primera vez dentro de los muros de su obra maestra arquitectónica.
El título refleja uno de los conceptos fundamentales de Wright, nacido en 1867 en Wisconsin apenas terminada la Guerra de Secesión: forma y función son una sola cosa; el espacio interior determina la estructura externa.
«El espacio interior es el hecho principal de una construcción, el espacio que debe expresarse en el exterior como espacio contenido», escribió Wright, y pocas obras suyas reflejan mejor esa idea que el propio Guggenheim.
«Cuando el museo fue inaugurado hace exactamente medio siglo –comenta su director Richard Armstrong– el museo fue a la vez admirado y criticado, pero lo que nadie pudo cuestionar, es que Wright reinventó el museo de arte».
Considerado como uno de los grandes arquitectos del Siglo XX, celebrado por la belleza y la paz de sus diseños, Wright deconstruyó las estructuras rígidas de sus contemporáneos europeos para abrirlas al espacio de América.
En salas anexas a la rampa principal, la muestra declina aspectos particulares de su obra como la «casa americana» o la «ciudad americana», donde Wright despliega su visión de una sociedad democrática rural.
Paradójicamente, este arquitecto odiaba a Manhattan y su densidad urbana, por considerar alienante para el ser humano la ciudad congestionada.
Sus ciudades son en cambio un extenso tejido de carreteras, casas de campo y ocasionales construcciones más grandes, un sueño de urbe horizontal rural que se convirtió a menudo en pesadilla en la realidad suburbana actual.
La obra fue a veces tachada de utópica, poco práctica o megalomaníaca, pero la muestra del Guggenheim evita todo enfoque polémico. Ilustra en cambio con proyectos nunca realizados algunos de sus sueños más osados.
El proyecto y la maqueta del «Gordon Strong Automobile Objective and Platenarium» ya evidencia en 1924 su obsesión por la rampa en espiral, esta vez imaginada al exterior de la bóveda del planetario, por la cual accedían los visitantes en automóvil, otra de sus pasiones.
Un plan para la «Gran Bagdad» de 1958 adapta sus ideas a la realidad de la moderna Babilonia iraquí con un teatro de ópera –también con estructura en espiral– un exuberante parque con cascadas o un campus universitario.
Desentonando dentro de su visión urbana descongestionada, el proyecto del rascacielos «The Illinois» para Chicago (1956) preveía 528 pisos, pero tampoco se hizo realidad.
Junto con la exposición sobre Wright, el Guggenheim publica un libro que cuenta paso a paso su creación, «El Guggenheim: Frank Lloyd Wright y la creación del Museo Moderno» y un documental con imágenes inéditas.
El museo inaugurará un nuevo espacio de restaurante con menú de cocina norteamericana y habrá una jornada de «puertas abiertas» el 21 de octubre, fecha en que abrió al público hace 50 años.