Hace 30 años, el 20 de noviembre de 1979, un grupo de extremistas islamistas asaltó la Gran Mezquita de La Meca, en un ataque que conmocionó a Arabia Saudita y que hoy encuentra su eco en otro grupo fundamentalista: Al Qaeda.
Para marcar el comienzo del siglo 15 del calendario musulmán, más de 400 integristas armados, liderados por Juhayman Al Oteibi y un hombre llamado «el Mahdi» (el Mesías esperado), ocuparon durante 14 días la Gran Mezquita de la Meca, primer lugar santo del islam.
El asalto para desalojar a los integristas asombró a los musulmanes del mundo y sacudió los cimientos de la monarquía saudita.
El ataque final fue lanzado a costa de la inviolabilidad de ese lugar de culto establecida por la ley coránica que estipula que «quienquiera entra en la Mezquita está libre de cualquier peligro».
El sangriento episodio -el Mahdi murió en el asalto mientras que Juhayman Al Oteibi y 67 de sus hombres fueron capturados y decapitados- sigue presente en la mentalidad de los sauditas.
«La cuenta regresiva del 11 de septiembre, de los atentados de Londres y Madrid y de la ola de violencia islamista que asola Afganistán e Irak», comenzó ese día, escribió Yaroslav Trofimov, autor del «Sitio de la Mezquita».
Oteibi quería instaurar una nueva era de puritanismo en el reino saudí, minado, según él, por la «inmoralidad» de la occidentalización, por la introducción del cine, la televisión y el trabajo femenino.
Los asaltantes acusaron de «ilegítima» a la familia real de los Al Saud y de corrupto al clero musulmán por haber emitido una fatwa legitimando el uso de la fuerza contra ellos.
El balance oficial fue de 127 soldados, 117 rebeldes y un número indeterminado de civiles muertos, pero, según Trofimov, la batalla le costó la vida «a más de mil personas».
Treinta años después, sigue habiendo secretos, entre ellos el de saber si los comandos franceses no musulmanes fueron autorizados a combatir en los lugares santos.
El impacto del ataque se mide 30 años después por las medidas de seguridad en torno a La Meca, el ultraconservadurismo de la sociedad saudí y la amenaza de Al Qaida, fundado por el saudí Osama Bin Laden.
El clero saudí sigue prohibiendo el cine y las galas musicales, mientras que la policía religiosa vigila que en los lugares públicos las mujeres estén totalmente veladas.
Entre Oteibi y Bin Laden no hay un vínculo directo, pero ambos están ligados por la «tradición salafista» del islamismo radical, dijo a la AFP Robert Lacey, autor del libro «En el interior de La Meca».
«Su estilo mesiánico, que va de las largas barbas hasta la impugnación de los Al Saud, proviene de un mismo enfoque violento y de un mismo rechazo del islam tradicional», dijo Lacey.
El movimiento de Oteibi fue «precursor de Al Qaida y varios de sus partidarios se sumaron a esa red después de su liberación de las cárceles saudiés», afirmó Trofimov.