29 Aniversario del asesinato del Lic. Manuel Colom Argueta


De las luchas históricas realizadas junto al Lic. Manuel Colom Argueta, deseo compartir los dos siguientes capí­tulos.

Américo Cifuentes Rivas, A-1 193816

La ví­a democrática y la guerrilla

El descontento acumulado en la población por el deterioro social y polí­tico generado por la acción de la contrarrevolución, iniciada en junio de 1954, con el derrocamiento del presidente nacionalista Jacobo Arbenz Guzmán y la instauración de hecho del régimen de Carlos Castillo Armas, originó acciones populares de resistencia. El 13 de noviembre de 1960, jóvenes militares subalternos se alzaron con el propósito de derrocar al gobierno de Miguel Ydí­goras Fuentes, dando inicio al movimiento armado interno. En la primavera de 1962, ya en pleno desarrollo la acción guerrillera, se acordó un diálogo directo entre los lí­deres militares que comandaban esa lucha. Luis Turcios Lima, Marco Antonio Yon Sosa (no recuerdo los nombres de los otros dos de esa comisión) y por parte de la URD, Manuel Colom Argueta, Adolfo Mijangos López, Américo Cifuentes Rivas y un cuarto compañero que aún vive y no tengo autoridad para mencionar su nombre, nos reunimos en casa de uno de los presentes a eso de las nueve de la mañana del dí­a fijado para el efecto. El objetivo de ese histórico encuentro era el de conocer, debatir y decidir la propuesta de los comandantes rebeldes para que la organización polí­tica URD, encabezada por sus directivos se incorporara a la actividad insurgente. Se debatió durante más de cinco horas. La respuesta de los lí­deres civiles y profesionales universitarios fue que no considerábamos viable el camino de la revolución armada para resolver los problemas nacionales, que los componentes de la URD se encaminarí­an por las ví­as institucionales, jurí­dicas y cí­vicas para llegar al poder sin derramamiento de sangre de ningún guatemalteco. Sin embargo fue la sangre de nuestros dirigentes y pueblos desarmados, no combatientes, la que se derramó. La despedida de los dos grupos conformados por nosotros los civiles y los comandantes fue muy emotiva con un abrazo y bajo la consigna de que algún dí­a nos encontrarí­amos en el camino de la patria para dirigir a nuestro pueblo por la ví­a de la paz, la democracia, el progreso y la justicia.

22 de marzo 1979, el asesinato

El 21 de marzo de 1979 o sea varios dí­as después de la inscripción del partido polí­tico, a las 9:30 horas nos reunimos en una sesión extraordinaria los organismos de dirección nacional y finalizamos a las 13:00 horas, Manuel me llamó aparte y me dijo: «Mañana (22 de marzo) vení­ y me acompañás al CEUR (Centro de Estudios Urbanos y Regionales, ubicado en el Campus de la Usac), pero un momento después, al segundo, habiéndolo repensado, me dijo: No, mejor si te necesito te llamaré». Este lapso lo aproveché, ya solos los dos y le dije: «Meme, te hablo no como un lí­der, no como colegas, no como compañero, te hablo como hermano y te pido que de inmediato abandonés el paí­s… los rumores y avisos de un nuevo atentado contra tu persona son muy alarmantes y serios?» í‰l me puso su mano en el hombro y me dijo: «Te prometo, Meco, que cuando nuestra Asamblea Nacional haya terminado el próximo domingo yo salgo para el aeropuerto dejando seguro el FUR?» Este viaje al aeropuerto nunca ocurrió. El 22 de marzo de 1979, a las 8:30 horas nos reunimos con el compañero Humberto González Gamarra, el Pato González, en mi bufete en el Edificio Horizontal en la 4ª avenida 8-71, zona 1, de la capital de Guatemala, para cumplir con la comisión que se nos habí­a asignado a efecto de elaborar el programa que cubrirí­a nuestra Primera Asamblea Nacional del FUR y proponer un listado de invitados especiales, nacionales e internacionales, periodistas, embajadores, etc. Recuerdo que en esta misma ubicación, ocho años antes fue asesinado el también lí­der social demócrata, Adolfo Mijangos López.

Sonó el timbre del teléfono en mi oficina alrededor de las 10:30 horas. ¡La mirada chispeante de los ojos muy abiertos de el Pato se clavó en los mí­os, alarmados, entonces comprobé que el presentimiento en el ser humano existe! En el auricular la voz temblorosa de un viejo amigo y compañero del FUR, el licenciado Héctor René Ruano Barrientos, me dijo: «Enfrente de mi ventana, en la 5ª calle y 3ª avenida de la zona 9, donde estoy estudiando, estoy viendo un pequeño carrito un tanto usado, con un piloto a quien le han rociado con balas? pareciera que es nuestro querido amigo?» Y luego me preguntó: «(?) si querés voy a ver de quién se trata?» Fue, volvió y dijo: «Sí­, es él?» Solo con el timbre de mi voz y la expresión de mi aterrada mirada, el Pato entendió que nos habí­amos quedado sin Manuel Colom Argueta. Corrimos y corrimos como locos por la sexta avenida hacia el lugar de sangre (no habí­an taxis a la mano en ese entonces), y luego tomamos camino hacia el anfiteatro del IGSS en la zona 9, a ver el epí­logo de la historia del lí­der de toda una generación que luchó y aún lucha por abrir al paí­s a una nueva vida en el inicio del nuevo milenio. Quiero señalar que el dí­a y la noche de aquel 22 de marzo fueron de terror, de miedo, de expectativa de la población; sin embargo, en los funerales de la zona 9, pudimos observar que durante toda la noche se formó una larga cola donde se reuní­an familias enteras de guatemaltecos para desfilar frente al féretro de Manuel Colom Argueta, para darle el último homenaje al gran lí­der de nuestro pueblo.