28 de septiembre de 1949


El recién pasado 28 no es un dí­a cuya hoja haya que arrancar del almanaque o tachar en el calendario. En mi agenda lo destaco en rojo. El motivo principal de que este lunes no sea una fecha más es porque hay que persistir en el empeño de que lo acontecido, en particular, de 1949 en adelante se mantenga vivo y presente en la memoria de nuestro pueblo, no se distorsione ni tergiverse.

Ricardo Rosales Román
rosalesroman.cgs@gmail.com

El 28 de septiembre de 1949 se fundó el PGT.

Conforme avanzo en la elaboración de mis Anotaciones a los Apuntes para la historia del Partido Guatemalteco del Trabajo -que terminara de escribir el compañero Huberto Alvarado a mediados de 1974 y la CP del CC acordó hacer circular en forma clandestina a partir del 28 de septiembre de 1975-, me percato de la importancia de este documento que nos legara quien llegó a ser nuestro Secretario General en 1972 y que fue asesinado, dos años después, por las fuerzas de seguridad del gobernante Kjell Eugenio Laugerud.

Los Apuntes de Huberto tendrí­an que ser un documento de estudio y obligada consulta en tanto constituye una interpretación objetiva de la historia más reciente de nuestro paí­s; sobre la clase obrera, el campesinado guatemalteco, la lucha revolucionaria, las clases sociales; la dominación y dependencia del imperialismo estadounidense, y los regí­menes conservadores y reaccionarios, militares y de facto, impuestos fraudulentamente o «electos» a partir de junio de 1954.

El partido de la clase obrera guatemalteca, se dice en un correo electrónico que recibí­ el lunes, fue una fuerza que «acompañó (sic) las luchas del pueblo guatemalteco, desde la clandestinidad en el marco de la guerra Revolucionaria Popular», y que «con la disolución de las estructuras de dirección de cada una de las organizaciones integrantes de URNG» sus «dirigentes, cuadros y militantes», pasaron «a formar parte orgánica del actual partido polí­tico URNG-MAIZ».

Es esta una interpretación sesgada, esquemática y redactada a la carrera; es, además de inconsistente, antojadiza. Viene a ser una manera más de simplificar y tergiversar la historia del partido, persistir en errores conceptuales y de práctica que, por lo visto, no fue posible corregir y que se resisten a que se reconozcan, se superen y no volver a incurrir en ellos. Fueron fuente y motivo, a la vez, de divisiones y escisiones en nuestras filas. Quien así­ ve la historia del partido no se da cuenta que tan complejo y desafiante proceso es imposible resumirlo en cuatro o cinco lí­neas.

De 1954 al momento que tiene lugar el alzamiento militar del 13 de noviembre de 1960, el partido fue la única fuerza polí­tica que desde la clandestinidad más rigurosa y enfrentando peligros inimaginables, encabezó la lucha de nuestro pueblo contra la intervención norteamericana, las juntas militares impuestas por la Embajada de Estados Unidos, y los gobiernos dictatoriales de entonces.

Para esa etapa, en lo teórico y en la práctica, se resolvieron cuestiones de lo más importante para el avance, desarrollo y profundización de la lucha revolucionaria, democrática y popular. Ello no quiere decir que se haya estado exento de errores y fallas, errores y fallas que autocrí­ticamente se reconocieron y corrigieron a tiempo y que fue lo que permitió avanzar hacia perí­odos de ascenso revolucionario y cuyos momentos de mayor auge lo constituyeron las manifestaciones de junio de 1956 contra Castillo Armas y las históricas Jornadas de Marzo y Abril de 1962 contra el corrupto gobierno de Ydí­goras Fuentes, así­ como del primer intento en el paí­s de contar con nuestro propio frente guerrillero en Concuá.

Aquella etapa tuvo, a su vez, momentos de reflujo y crisis que se encararon y sobremontaron con esfuerzo, dedicación y tenacidad.

A raí­z de la división y sucesivas escisiones en el movimiento revolucionario armado, el destacamento organizado de la clase obrera guatemalteca, no cejó un solo momento en su empeño por organizar y preparar a sus militantes, cuadros y dirigentes para las tareas de la guerra, participar en ellas y trabajar consecuente y tesoneramente a fin de fortalecer la unidad alcanzada a partir del momento de constitución de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, URNG, y su Comandancia General. En 1989, el partido pasó a integrarse a las filas del movimiento revolucionario unitario en armas.

Lo acontecido después del 29 de diciembre de 1996, merece tratamiento aparte. Por ahora, resulta impensable que haya quien reduzca la historia del partido en que milité de septiembre de 1953 a abril de 1997, a una fuerza que se limitó a acompañar «las luchas del pueblo guatemalteco desde la clandestinidad». Las cosas no son ni fueron así­, precisamente.