27 de junio de 1954 o el inicio del desbarajuste institucional


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Me suponí­a que este lunes encontrarí­a en los medios del paí­s alguna referencia a los 57 años de la renuncia a la Presidencia de la República del coronel Jacobo írbenz Guzmán. Nada se publicó ni comentó. Este silencio es una manifestación más de la propensión a olvidar nuestro pasado. Se nos quiere orillar a que no nos asomemos a esa parte de la historia y renunciar a extraer las enseñanzas y experiencias a fin de enfrentar y superar exitosamente lo que nos está pasando ahora y no incurrir en los errores que se hayan cometido y, lo que es más importante, no volver a cometerlos.

Ricardo Rosales Román \ Carlos Gonzáles \
ricardorosalesroman423@gmail.com

 


Para quien buena parte de su adolescencia y los primeros años de su juventud los pasó y vivió al calor de las conquistas, logros y realizaciones de la Revolución de Octubre de 1944, un hecho así­ no podí­a pasar inadvertido. No me fue difí­cil rememorar los aspectos más importantes de aquella noche de tan aciago domingo, lo que le antecedió y lo que se vino después. Es mucho lo que se perdió a partir de entonces y mucho más lo que empezó a ocurrir en lo polí­tico e institucional y su funesta cauda de errores, imprevisión e incompetencia gubernamental acumulada y la desbarajustada institucionalidad que se prolonga hasta hoy.
    
     Lo que al respecto llevo escrito y publicado referente a la caducidad y agotamiento de la institucionalidad en nuestro paí­s, no supone culpar a terceros de lo que ha estado sucediendo a partir del 27 de junio de 1954. No. Es una responsabilidad que nos corresponde a todos: unos, por el sistema que de facto se ha ido institucionalizando en tres momentos sucesivos (1956, 1965 y 1985) y, los demás, por haberlo permitido sea por omisión, complacencia o tolerancia, complicidad, dejadez o indolencia. Esto supone, a su vez, el agotamiento de la identidad ciudadana y nacional tanto como de la obligación y compromiso social y popular ante la Patria, la Nación, el Paí­s y la República y con nuestro Pueblo.
    
     En la incesante búsqueda del camino a seguir para poder salir del desbarajuste institucional en que se está, de un tiempo a esta parte me he propuesto examinar las causas de lo que institucionalmente anda mal y las manifestaciones concretas de la generalizada y prolongada crisis. Después de lo ya dicho corresponde, una vez más, formular lo que me permito denominar como la propuesta ciudadana, social y popular a fin de resolver y superar la institucionalidad cuestionada. Es esto lo que entiendo como el ejercicio del legí­timo derecho que le asiste a todo ciudadano de protestar y oponerse, cuestionar y desaprobar el sistema económico y social, polí­tico y de partidos, institucional y de votaciones vigente más no legí­timo.
    
     Se trata de darle un nuevo sentido y contenido al voto, al voto ciudadano, social y popular. No se trata de la inutilización del voto depositándolo a favor del menos peor o considerar que con el suyo está castigando el errático ejercicio de la gestión pública. Se estarí­a repitiendo así­ lo que ha sido la práctica común, en particular, a partir de 1985.
     
     El voto efectivo no es aquel cuya papeleta se deposita en blanco. Además, no procede abstenerse de concurrir a las urnas. Ello equivaldrí­a a dejar que los demás decidan por uno y, lo que es peor, avalar 57 años de oprobio y desvergí¼enza, de corrupción e impunidad, de imposición y pérdida de nuestra independencia y soberaní­a nacional.
    
     A 57 años de la renuncia del presidente írbenz, vale la pena insistir y destacar que el proceso revolucionario iniciado el 20 de octubre de 1944 constituye el más importante y trascendental acontecimiento del siglo XX en nuestro paí­s. Su interrupción violenta no invalida ni deslegitima sus conquistas, logros y realizaciones alcanzadas en diez trascendentales años de nuestra historia: mantienen su vigencia y legitimidad.
     En las actuales condiciones, el restablecimiento y legitimación de la institucionalidad real, funcional y participativa, como expresión y concreción del ejercicio del poder polí­tico y la gestión pública en una democracia igualmente real, funcional y participativa, pasa por la ví­a del voto ciudadano, social y popular, voto ciudadano, social y popular que viene a ser la manifestación más alta y expresa de la protesta ciudadana, social y popular ante el estado actual de cosas y del legí­timo cuestionamiento y desacuerdo con un sistema económico y social, polí­tico y de partidos, institucional y de votaciones impuesto luego de la invasión mercenaria de 1954 y los golpes militares de Estado de 1963, 1982 y 1983.
     La alternativa al voto a favor del menos peor o al voto de castigo y a la abstención o a dejar la papeleta en blanco pasa, repito, por el ejercicio del voto ciudadano, social y popular en tanto camino a seguir a fin de empezar a recorrer la ví­a de los cambios de fondo que el paí­s necesita y cuyo contenido sustantivo e integral, en general, está en los Acuerdos suscritos a fin de construir una paz firme y duradera en nuestro paí­s. http://ricardorosalesroman.blogspot.com/