Autoridades del Registro Nacional de las Personas (Renap), han insistido en prorrogar unos cuantos meses para dar seguimiento al trámite que se refiere al Documento Personal de Identidad, el cual vendrá a sustituir la cédula de vecindad. Esto, según ellos, es debido a que los diputados no logran los acuerdos necesarios para su aprobación. Además, los meros jefes del Renap han solicitado, según lo expresado ante algunos medios de comunicación, una ampliación presupuestaria aunque sea de 200 millones de quetzalitos, para emitir dicho documento de forma gratuita. La mera verdad, es que con noción privilegiada, presentada por el Partido Patriota, se intentó ampliar el plazo al primero de septiembre; sin embargo, no lograron consensos sobre la posibilidad de aumentar el presupuesto de Renap. Desde hace 25 años se viene hablando sobre la necesidad de la creación del mentado carné que algunos le llaman Documento íšnico de Identidad, es decir que este cuento viene desde 1982, época en la cual gobernó el país, el general Efraín Ríos Montt. Algunas personas consideran que de llevarse a cabo las casacas que se vienen mencionando desde hace 25 años, el nuevo documento evitaría la duplicidad en la numeración de las cédulas y con ello, se mermaría la confusión e incertidumbre dentro de la población, permitiendo tener mejor control sobre la ciudadanía y sus acciones. Dicho documento, debe hacerse realidad y tiene que ser con total y absoluta independencia del tribunal que tiene más de electoral que de supremo y sin la intervención de otras autoridades del Estado que fácilmente podrían prestarse para actos anómalos. Mientras no surjan cambios en materia de identidad, los procesos electorales nunca se van a realizar con transparencia, que es lo que realmente desea la población que está harta de tantos funcionarios que no funcionan y sólo velan por sus intereses personales y no cumplen a cabalidad con la función de servir a la comunidad que representan. Sigamos pacientemente esperando, somos un pueblo aguantador y parece que sólo nos enseñaron a decir «amén».