2013: Copy & Paste


Edgar-Balsells

El ordenamiento legal, y el de la mayoría de países regionales, ordena que los presupuestos públicos y las disposiciones monetarias deban anunciarse en compañía de proyecciones de corto y mediano plazo. Eso ayuda a darle chance a mis colegas, quienes proyectan con bolas de cristal, cargadas de datos digitales y complejas elucubraciones matemáticas.

El tremendo problema existencial que tienen, es que a pesar de lo oneroso que resulta ser mantenerlos a ellos, como alimentar  sus bases de datos, no le pegan al blanco ni por asomo. Y si no miremos los resultados del 2012.

Edgar Balsells


Cualquiera con un poco de conocimiento de las sociedades y de su economía sabe, sin haber leído mucho, que lo que mantiene robusto a un país  es su producción, tanto la interna, como la que se dirige al acceso de los mercados internacionales.
Allá por los finales del gobierno de Cerezo, los más notables agoreros de la apertura económica, maldecían la estrechez de divisas y la inestabilidad cambiaria creada, y nos vendieron, como se vende un pantalón o un carro Lexus, el modelo del “ajuste estructural” y la modernización de la economía.
Y nos dijeron: abran la economía, liberen todas las variables y como por arte de magia vendrán los capitales nacionales y externos y, voilá!!, la economía se tornará productiva, se reactivará la inversión privada, y la industria renacerá: nos llenaremos de divisas y viviremos muy felices, habiendo así hecho contacto con el largo plazo: algo así como un gran Baktún de la modernización y el desarrollo social.
Nada de eso ha pasado, y el 2012 es una prueba contundente del fracaso de los agoreros de la modernidad: y es que las estimaciones no les pegan ni por asomo. Por ejemplo, se proyectó un crecimiento de dos dígitos en los dólares conseguidos por las exportaciones. ¿Y qué pasó? Las mismas no crecieron un céntimo, y los profetas siguen apostando al café y al cardamomo, como si ello fuera el símbolo de la modernidad ofrecida.
¿Y en cuanto a las importaciones? Es evidente que la recesión internacional, que se percibe en todos los ámbitos, frenó la capacidad de invertir, unido ello a las tremendas ineficiencias y desperdicios del gasto público, concentrado en una inversión ineficaz y corrupta, concentrada en el poder de los alcaldes y caciques distritales.
Al menos, ese bajo crecimiento de las importaciones contribuye a que nuestra balanza comercial no se torne más negativa, sin embargo ello, como en los primeros años uneístas, afecta la estructura fiscal, en virtud de que ese rubro tiene un peso significativo en la captación de impuestos.
Al contrario, lo que más exportamos fue la otra cara de la producción sana: la diáspora de migrantes y los ingresos de otras actividades nada ortodoxas, que contribuyen con las ansiadas divisas, tan preciadas por los agoreros del ajuste estructural.
Despedimos así un año con una diáspora agobiante, con un modelo productivo que no despega, a pesar de los ofrecimientos de hace más de veinte años, y de las intenciones de las autoridades económicas de “convertir a Guatemala en la fábrica de América Latina”.
Y como si ello fuera poco, como en Copy & Paste nos vuelven a sacar las mismas cifras de proyección, que se oficializan año con año, como probando suerte, a ver si el 2013 pega en el blanco.