2010


En este último artí­culo del presente año 2010, me permitiré hacer recuento de algunos temas y noticias que me llamaron la atención o que serán sujeto de mi atención hacia futuro.

Mariano Rayo
Diputado Unionista

2010 fue un año muy particular porque contrario a la propaganda oficial y las defensas oficiosas de algunos pocos, mi convicción es que la situación en general se ha deteriorado, no sólo por la infectividad de las instituciones, sino por la carencia de certeza en las polí­ticas públicas, lo cual repercute en una sensación generalizada de desasosiego e incertidumbre. Merecen una nota negativa por su incompetencia instituciones como: Secretarí­a General de la Presidencia, Ministerio de Economí­a, Pronacom, Ministerio de Finanzas Públicas, Dirección General de Inteligencia Civil, Secretarí­a de Inteligencia Estratégica, Instituto de la Defensa Pública Penal, Secretarí­a de la Paz, CICIG, Ministerio Público, Ministerio de Agricultura, Ministerio de Educación, Ministerio de Salud, Comisión Presidencial para Reforma y Modernización del Estado, Autoridades para el manejo de los lagos Atitlán, Amatitlán, Peten Itzá, Izabal.

Me preocupa la falta de fiscalización y cobertura sobre la compra de armas por casi Q100 millones para la PNC, la cual se llevó a cabo en este mes, al amparo de un acuerdo de excepción y en compra directa. Estoy claro que hay que dotar a la PNC del equipamiento adecuado y eficaz, pero dudo seriamente que pistolas Jericó y fusiles Galil sean los adecuados para la policí­a.

Tengo una sensación de insatisfacción con la implementación de Transurbano, Siga y Transfácil y todo el negocio alrededor del transporte urbano. Son cientos de millones de quetzales gastados, subsidiados o exonerados, pero se evidencia incumplimiento, desorden y pésimo servicio. Qué diferencia con Transmetro que sigue siendo un ejemplo de transporte urbano moderno.

Es decepcionante el nivel de ingobernabilidad en el Congreso de la República, donde impera el desorden, la improvisación, la impericia, la falta de cumplimiento de acuerdos, tráfico de influencias e irrespeto a la palabra dada. En diez años de labor legislativa, nunca me habí­a sentido tan apabullado por lo que sucede en el Organismo Legislativo. Por supuesto, hay temas que sobresalen de manera positiva y no se reconocen, pero estos son los menos. Y me irrita profundamente que no se diferencie entre el organismo y su administración, con la actuación individual de los diputados y legisladores.

Sufro con las historias diarias de las ví­ctimas de la violencia y criminalidad que campean por toda la República. El crimen organizado, el narcotráfico, los extorsionistas, los lavadores de dinero, los trata de personas, los ladrones, los rateros, los contrabandistas, los delincuentes de cuello blanco, los estafadores y otras muchos delincuentes se han apoderado del paí­s, ostentando sus riquezas mal habidas y creando una cultura a favor del dinero fácil sin ética ni moral alguna.

La situación del Ejército de Guatemala me agobia por estar absolutamente cooptado polí­ticamente, con una incapacidad creciente para cumplir con su mandato constitucional. Me pregunto: ¿qué hará el Mindef con los Q430 millones presupuestados para educación y salud en el presupuesto 2011?

No entiendo cómo el Presidente de la República firma con convenio por dos mil millones de quetzales para resarcir a las «ví­ctimas» de la construcción de la hidroeléctrica de Chixoy, pagaderos en 10 años a partir del 2011.

El deterioro y pésima calidad de la infraestructura en carreteras, puertos y aeropuertos nos ha retrocedido más de 15 años. ¿Qué pasó con Champerico y La Aurora? Las carreteras son un absoluto desastre, llenas de hoyos y túmulos.

El sistema de Salud Pública es una farsa y la gratuidad anunciada una ficción. Así­ también la calidad de la educación es deplorable.

El Presupuesto de Ingresos y Egresos del Estado es una Caja de Pandora oscura, desordenada y casi imposible de fiscalizar.

La atención a los efectos de los desastres naturales de este año ha sido una muestra clara de incapacidad, incompetencia e impericia del sector público.

Me lacera el alma que la corrupción a todos los niveles del Estado no sólo nos cuesta millones de quetzales, sino nos coloca al borde de ser un sistema público cleptómano.

Y sigo sin entender cómo seguimos en estados de excepción desde hace más de 6 meses por los desastres naturales y por otras razones, y nadie dice nada, no se ratifican por el Congreso, y la rendición de cuentas es una incógnita.

Me irrita profundamente que competitividad y productividad sean malas palabras para este Gobierno.

La izquierda populista ha cooptado espacios y se aprovecha de los recursos del Estado para sus fines politiqueros.

Muchas ONGs, financiadas sin fiscalización, en particular por instituciones extranjeras, continúan profundizando su estrategia de generar ingobernabilidad e irrespeto al Estado de Derecho.

Sin espacio para equivocarme: 2010 puede ser llamado Annus Horribilis.