Aquel 31 de marzo de 1963, el reloj de la historia marcaba las 24 horas en punto y oficialmente era derrocado el corrupto gobierno de Miguel Ydígoras Fuentes. Y un segundo después, el 1 de abril, como por arte de magia, Enrique Peralta Azurdia se convertía en Jefe de Estado de Guatemala. Así lo registran los anales políticos como otro Golpe de Estado, producto de una traición más en el seno castrense, en una década simbólica, convulsa para el mundo entero.
A pocas horas del suceso y en plena nocturnidad, las nuevas autoridades gubernamentales mandaron a registrar la casa de mi padre, así como otras residencias de opositores. Por suerte, mi padre escapó de la temible Policía Judicial, en esa madrugada de cambio de timón político, y logró vivir hasta el final de sus días, falleciendo en 1989 de forma natural, gracias a Dios. Recuerdo que también logró escapar de varias emboscadas que le hicieron agentes gubernamentales y a numerosos atentados contra su vida, porque fue un periodista que tenía los pantalones bien puestos… y hoy lo cito, porque esa noche, fui testigo ocular (pero silencioso) del ultraje que cometieron varios judiciales borrachos en nuestro hogar.
He realizado un pequeño ensayo histórico sobre esa terrible madrugada, que voy a publicar el próximo año, y que está siendo sometido a la revisión de varios amigos personales, desde el punto de vista histórico, literario, político y estilístico. Sólo quise dejar constancia de esa tenebrosa noche que pasamos con mi familia, para reflexionar que no había cumplido ni siquiera 10 años? y la vida me estaba enfrentando a una situación inusitada que nunca he podido olvidar, porque marcó el inicio de mi contacto con el mundo de la maldad y la realidad política de este trágico país.
También quiero recordar que el sábado pasado, 22 de noviembre, se cumplieron 45 años del asesinato del presidente John F. Kennedy. Hecho trascendente que me obligó a entrar en la realidad política del mundo, de sopetón. Esa mañana (1963) estaba cumpliendo 10 años y dejó una intensa huella en mi vida, pues cada vez que llega esa fecha, recuerdo el asesinato del carismático mandatario norteamericano, sacrificado por misteriosas e inextricables fuerzas.
El sábado pasado, vi la foto de Kennedy en el diario La Hora y no pude más que retornar 45 calendarios en el tiempo y volver a sorprenderme por la ejecución planificada de ese homicidio. Con apenas 10 años, ese acontecimiento mundial sacudió mi alma de niño sensible, tan profundamente, que a veces sueño con Kennedy, pero no cayendo asesinado, pese a que he visto decenas de veces esa imagen, sino platicando con mi padre? desde de mi habitación contigua, con la puerta medio cerrada; entre abierta, como observé a aquellos truhanes que violaron la intimidad de nuestro hogar, unos meses antes que yo cumpliera esos 10 añitos. Era 1963. Entiendo ahora que fue un trágico año en el que acerté que existía la maldad, la bestialidad, la política perversa. Y casi, casi me toca, afortunadamente sólo de manera periférica pasó enseñando sus dientes afilados, haciendo una mueca que no olvidaré jamás.
45 años han pasado de aquel 22 de noviembre y un nuevo presidente ha sido electo en Estados Unidos de Norteamérica: el descendiente de africanos, Barack Obama, de quien muchos dicen que ilusiona tanto, con promesas de cambio y renovación, como el Kennedy asesinado aquel día que cumplí 10 años. ¿Correrá la misma suerte? ¿Qué signum histórico trae escrito en su historia personal?