El trece de noviembre de 1960 parecía un día más hasta que la noticia corrió, había surgido un alzamiento en el Cuartel General del Ejército. Esa madrugada un grupo de oficiales y un contingente de la Policía Militar se declaró en rebeldía contra el Gobierno del general Miguel Ydígoras Fuentes; de cualquier forma el antiguo Cuartel de Matamoros no era capaz de hacer fructificar un golpe de estado sin contar con otros cuerpos del Ejército. La noticia que circuló era que los cabecillas del movimiento intentaban un cambio de Gobierno o en todo caso de la estructura de mando castrense y no mencionaban a ninguna figura como líder del mismo.
Ydígoras Fuentes era ya impopular y su Gobierno se debilitaba día a día aunque sin llegar a los extremos de l961 y 1962 que precipitaron su caída un año más tarde. Los sublevados salieron de la ciudad y se dirigieron por el nororiente deteniéndose a la altura de El Progreso al otro lado de un puente apostándose a ambos lados de la ruta y procuraron dañar el puente para impedir el paso de vehículos sin faltar en algún momento intercambio de disparos con las tropas leales al Gobierno que los perseguía.
Ydígoras, un mal Presidente, pero zorro en lides políticas movió sus piezas para ganar tiempo y saber qué pretendían los insurrectos, hasta que llegado el día catorce todo había vuelto a la normalidad. Recuerdo que ese día me encontraba en los altos del Restaurante Cantón en donde tenía su sede la Asociación de Estudiantes Universitarios, AEU, y a eso del mediodía, Rubén nuestro mensajero me dijo con cierto misterio que en el Parque Concordia al frente del edificio estaba un señor que quería hablar con el Presidente de la AEU y le había dicho que era de los que se habían levantado contra el Gobierno. Lo observamos por una de las ventanas y le respondí que nos reuniríamos en la Cipresada del Club Universitario Los Arcos en una hora. Fuimos puntuales, dijo ser el coronel Castillo (supe después su nombre completo), su objetivo era pedir la intervención de la AEU para que Ydígoras cambiara los mandos del Ejército, ellos proporcionarían un listado de sustitutos que creían sería avalado por la mayoría de la oficialidad; el Ministro de la Defensa era el coronel Rubén González Siguí, hombre de confianza de Idígoras, quien debía abandonar el cargo de inmediato. Le respondí que la AEU no participaría en una misión de esa naturaleza, que permaneceríamos al margen de los sucesos y que le deseaba suerte; más tarde supe que se había expatriado regresando a Guatemala años después, siguiendo luego una vida normal.
Seguir una vida normal no fue lo que decidieron algunos oficiales y tropa entre los alzados particularmente dos de ellos el subteniente Luis Turcios Lima y el teniente Marco Antonio Yon Sosa. Pasados unos días desaparecieron en el nororiente y se volvió a saber de ellos como cabecillas de la guerrilla en la Sierra de las Minas con el nombre de Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR). En aquel momento no expresaban una ideología definida, el acercamiento del PGT y el apoyo de Cuba los hicieron adoptar el marxismo-leninismo.
En 1966 durante el Gobierno de Julio César Méndez Montenegro, la violencia se incrementó en la zona nororiental y en la Capital, la contrainsurgencia actuó drásticamente y la guerrilla urbana también, fue la época del asesinato de los embajadores Von Spreti y John Gordon Mein y del periodista Isidoro Zarco. El secuestro del cardenal Mario Casariego hizo tambalear al Gobierno; semanas atrás un columnista decía que el secuestro de monseñor Casariego era una de las acciones de la guerrilla, nada más equivocado, me consta que fue secuestrado por la mano blanca organización de derecha cuyos líderes de acuerdo con el entonces Ministro de la Defensa, pretendían hacerse con el poder, no contaban con que uno de los secuestradores emocionalmente inestable ayudó al Cardenal a huir escapando con él. En pocos años se conocerán los nombres de los implicados al abrirse el Testamento de monseñor Casariego, por el momento conocemos los nombres de unas pocas personas. En 1968 las FAR acordaron crear una Comandancia única y en la década de los 70’s surgieron la ORPA y el Ejército Guerrillero de los Pobres que al final unidos constituyeron la URNG.
Ese trece de noviembre no imaginé que iba a ser el inicio de 34 años de guerra interna que trajo tantísimo dolor e injusticias en uno y en otro bando y viendo los resultados creo que no cambió mucho las realidades, los acuerdos de paz así como surgieron se evaporaron, son letra muerta y año con año los quieren revivir con una vela y una rosa, cosa imposible si no existe una voluntad política de fondo. Es importante mencionar la presencia del elemento indígena activo en la contrainsurgencia y sus poblados arrasados en una guerra fraticida que jamás debe repetirse.
Luis Turcios murió en un accidente automovilístico el 2 de octubre de 1966 y Marco Antonio Yon Sosa fue asesinado por guardias fronterizos de México en las márgenes del Río Usumacinta para robarle pocos años más tarde. Los años de guerra se llevaron a compañeros de lides universitarias, recuerdo algunos nombres: Hugo Rolando Melgar, Leonel Roldán, Bernardo Lemus, Julio Segura, Alejandro de León, la bella Rogelia Cruz y muchos más; no compartimos la misma ideología pero creo que si la convicción de trabajar por una Guatemala libre de pobreza y una sociedad justa y solidaria apegada a la ley.