El 13, del ya casi entrante mes de junio, es el consagrado para reverenciar a San Antonio de Padua, de quien se dice que tenía el don de la oblicuidad, para estar presente en dos lugares distintos a la vez. También se le ha designado como santo patrono de los enamorados, no sé si en la actualidad se conserva esta costumbre, y había la creencia que para conseguir la sonrisa del ser elegido para hacer pareja, mujer u hombre, había que colocar su cromo, debidamente enmarcado, cabeza hacia abajo.
San Antonio siempre ha tenido muchos devotos, de uno y otro sexo, jóvenes o adultos, que acuden a él en casos conflictivos, que según cuentan, se los ha resuelto favorablemente, lo curioso es que no tiene, en las iglesias en donde está su imagen, cantidad de constancias de esos favores, tal vez su humildad no se lo permite, por aquello de «haz bien y no mires a quien». He visto, especialmente en el templo de San Francisco, aquí en la ciudad capital, Centro Histórico, a mujeres y hombres rezando devotamente frente a su camarín, y desde luego, a más de alguna jovencita.
En este templo los padres franciscanos mantienen la devoción de festejar el 13 de junio de cada año el día de San Antonio, incluso hay unas señoras que en sus canastos llevan para vender, a los devotos, el «pan de San Antonio», que es pequeño, sin llegar al tamaño de los panitos de feria. Deberían sacarlo a las calles en procesión.
Hubo un año, no recuerdo, estaba algo patojo, en el que los padres franciscanos convocaron a un certamen para escribir un himno a San Antonio, letra y música, por supuesto, cada quien en su rama.
Participó mi papá, Jorge A. García B., escritor, periodista, tipógrafo, y él fue el ganador del premio a la letra, y el maestro filarmónico Miguel Zaltrón, triunfó con la música. Este himno, después de su estreno se estuvo cantando algunos años y después se olvidó, conservo en la memoria la música y también la letra que dice así: «De San Antonio / las glorias cantemos / con nuestra fe / y sin igual convicción/ y, a la vez que a Jesús adoremos /, lo bendigamos con gracia y amor. Es San Antonio / de Padua y Lisboa / por sus portentos / blasón y esplendor, del cristianismo el triunfante adalid / y del infierno/ el constante terror. Del mar agitado/ las iras contiene/, pues todo elemento/ obedece su voz/, su nombre bendito/ por siempre resuene/, como testimonio / elocuente de Dios». De San Antonio…..La música se le puede tararear al Maestro de Capilla para que tome el dictado.
Del templo de San Francisco guardo recuerdos, pues en mis años medio juveniles, tenían que ir a confesarme y comulgar todos los primeros viernes de mes, salía de la casa a las seis de la mañana; también allí hice la Primera Comunión. Ya de adulto, ni me confesaba ni comulgaba, pero como integrante de la Compañía Artística Nacional, en receso de temporada, íbamos los domingos, por la tarde, a hacer funciones a beneficio del templo, nos pagaban, por supuesto, el salón, un poco grande, se llenaba, de manera que salían los gastos y la ganancia.
Ahora, aunque quiero, ya no puedo llegar, pero aquí va este recuerdo para el 13 de junio, día de San Antonio de Padua, mi tocayo.